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Dependencia y adicción

 


Cerebro y adicción - Dependencia y adicción - Tipos de adicción -

Origen de las dependencias - Adolescencia y adicción - Autonomía y libertad - La sociedad

Predisposición a la adicción - Dependencia afectiva - Codependencias - Sectas

La comunicación - Productos


 

Cerebro y adicción


Lo queramos o no, todos podemos ser adictos. No es un problema de opinión, ni una idea personal, los hechos son los hechos: en 1954 dos investigadores americanos Olds y Milner descubren en el cerebro una vía neuronal que se dio en llamar “medial forebrain bundle” (MFB). Este haz nervioso es el haz del placer y la repetición.

Pequeña experiencia: si colocamos un pequeño electrodo en esta vía nerviosa, de manera que gracias a una palanca un animal pueda provocarse una pequeña descarga eléctrica, el animal va a pasarse el día manipulando esta palanca; cabe suponer que si fuese desagradable no lo haría más de una vez. Pero no es así, el animal repite sin parar, miles y miles de veces, hasta el agotamiento. Y si se le deja, como un adicto, continúa repitiendo las descargas hasta la muerte.

Un animal o una persona tiene tendencia a buscar el placer, el placer es nuestro guía para saber si lo que hacemos es bueno para nosotros. Si alguna vez no sucumbimos al placer es porque nuestra educación nos lo prohíbe, el temor inconsciente o aprendido del castigo que nos caería encima si aceptásemos ese placer "prohibido", puede paralizarnos, inhibir nuestra acción, y dejarnos en la frustración. En este caso que sea innato o adquirido por aprendizaje es lo mismo. Esta frustración hará que busquemos placeres compensatorios o alternativos, placeres recompensa. Si una persona se encuentra en situación de frustración corre un riesgo importante de caer en la dependencia. Es ese cigarrillo o esa copa después de un esfuerzo, el pastelito, la búsqueda de una recompensa artificial a un esfuerzo (acción) que no lo encuentra de forma digamos “natural”. El placer se encuentra en el acto eficaz.

Un poco más profundamente, en nuestro cerebro existe otra vía nerviosa es el “periventral system” (PVS). Si colocamos un electrodo en esta vía nerviosa en las mismas condiciones del ejemplo anterior, el animal sólo lo toca una vez, da un grito de dolor se vuelve agresivo, intenta huir, es la vía del dolor y del castigo, que nos empuja por todos los medios a combatir (agresión) o evitar el dolor (huida). Si no podemos huir o apartar el sufrimiento las cosas se complican.

Existen otras zonas que puso de manifiesto Henrri Laborit y su equipo, a esas zonas se las conoce como sistema de inhibición de acción (SIA) o en inglés (BIS), estas zonas se activan cuando no podemos huir o evitar el dolor, si esta vía se activa y su activación dura (por ejemplo si no encontramos una solución), entonces nos encontramos en una situación desesperada, la angustia puede instalarse en nosotros de manera permanente.

La ansiedad sería una espera en tensión, buscamos una solución y no la encontramos e insistimos de nuevo hasta la desesperación, hasta el agotamiento. La depresión sería cuando creemos que no hay solución, que no hay nada que hacer, poco importa que sea cierto o no, basta que lo creamos. La solución a estas situaciones no es fácil, la huida, la drogadicción, la locura, el suicidio, el arte, el enfrentamiento (violencia), etc. De todas estas soluciones la huida en lo imaginario es probablemente la menos grave, huir a un mundo imaginario donde todo es posible, un refugio, donde encontremos la paz, donde no suframos más.

El hecho de que sea innato o adquirido por aprendizaje no cambia nada al problema, es más, la imaginación o anticipación de una situación en la que no podemos hacer nada es la fuente de la mayoría de nuestros ansiedades.

Este sistema (SIA) es muy potente, cuando hemos hecho el aprendizaje de un acto inútil desagradable o doloroso éste puede perseguirnos toda nuestra vida.

Los psiquiátricos están llenos de personas en inhibición de acción, la escapatoria es el acto eficaz, útil, aunque sea imaginario, pero cuando estamos en inhibición de acción nos cuesta enormemente encontrarlo, necesitamos ayuda, una ayuda eficaz que podemos encontrar en la persona de un profesional, psicoterapeuta, psiquiatra, o de un amigo que nos ayude gracias a su escucha a poner palabras a nuestro sufrimiento a encontrar una puerta de salida que somos incapaces de encontrar por sí solos.

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 Dependencia y adicción


Uno es adicto más para huir del sufrimiento que por placer. La drogadicción es una huida, huida en un mundo químico y peligroso que puede convertirse en una prisión de donde se sale mal parado, cuando se sale.

En estas páginas vamos a ver por que razones caemos en la adicción o las dependencias así como las posibles soluciones que hay a ese problema, también una presentación de los productos o situaciones más frecuentes en que cae un adicto.

Ser adicto es sentir la necesidad irrefrenable, obsesión, compulsión hacia un producto o situación, el adicto a menudo se sorprende haciendo algo como si no fuese el mismo el que lo hubiese hecho,  como en un desdoblamiento de personalidad, la mano se le va sola, el cigarrillo se enciende solo, el vaso se bebe solo, en eso el adicto vive conectado y en circuito cerrado con su adicción, con la que mantiene un cierto equilibrio, sin ello su equilibrio se rompe, se siente incompleto, la angustia lo devora, el adicto vive sometido, esclavo de su adicción.

Pero la dependencia es ante todo un sufrimiento, el dependiente es un sufridor, su hipersensibilidad, su dificultad visceral para hacer frente a la vida, para soportar el sufrimiento, su tendencia a la autodestrucción, su huida permanente frente a la dificultad, su búsqueda de soluciones fuera de uno mismo,  huida frente a la realidad, la búsqueda de refugio en un producto o situación ponen de manifiesto ese sufrimiento.

Pero hay que ser prudentes con las definiciones que encierran a los unos y excluyen los otros.

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 Tipos de adicción


U
no puede ser adicto prácticamente a todo: alcohol, tabaco, drogas, trabajo, deporte, sexo, sectas, relación, alimentación, amor, etc. Por poco que ese producto, persona, grupo o situación aporte un alivio a nuestros malestares.

En el fondo somos más adictos a lo que nos aporta que al producto en sí, más a la embriaguez que al alcohol, uno puede ser alcohólico incluso sin beber alcohol.

La obsesión por el producto: ese cigarrillo después de comer, esa copa después de las comidas, la dosis prometida, la impaciencia, la compulsión, la espera, delatan la adicción.

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 Origen de las dependencias

 

Uno nace dependiente; para poder sobrevivir necesitamos a los demás. A medida que vamos creciendo vamos adquiriendo la autonomía, (en todo caso se debería), pero no siempre es así, y no es sorprendente encontrar personas que, a los 60 años, siguen siendo dependientes.

Algo ha fallado en alguna de las etapas esenciales para la adquisición de la autonomía, o tal vez en todas. En muchas ocasiones la dependencia es un problema de herencia familiar, de linaje. Un hijo de alcohólico puede caer en el alcoholismo, tanto por haber visto beber, como por no haber aprendido a hacer frente a las dificultades de otra manera.

Los padres de un dependiente suelen ser dependientes e incapaces de enseñar la autonomía a sus descendientes; padres excesivos,  malos amantes, son los padres que quieren demasiado o demasiado poco,  que esperan que sus hijos hagan lo que ellos no han podido hacer, que realicen sus deseos, en esas condiciones los hijos quedan atrapados, secuestrados por sus deseos; son los padres que toleran mal los fracasos de estos, fracasos necesarios para la formación del individuo, para su acceso a la autonomía.

Padres demasiado protectores

Impiden a sus hijos enfrentarse a los problemas, a relacionarse, a liberarse, a hacer frente, Pero en cualquier caso es inútil culpabilizar ¿Qué nos aportaría? Ese tipo de padres necesita tanta ayuda como el adicto, y los hijos en muchos casos van a ser los reveladores del problema, poniendo de manifiesto sus errores.      

De todas maneras es el dependiente el que no ha podido liberarse, y es a él a quien corresponde hacer el esfuerzo necesario; es su responsabilidad, y es a él a quien corresponde superar las dificultades.

Hay razones puramente neuronales que pueden llevarnos a la adicción.

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Adolescencia y adicción


La adolescencia es un periodo de fragilidades.

Pasar de ser un niño a ser un adulto no resulta evidente, sobretodo si no se está preparado. Hay adolescentes que viven ese periodo con un gran sufrimiento, son los menos preparados, en ocasiones demasiado acaparados por la familia. Cuanto más grandes sean los enlaces que nos unen a ésta más nos costará separarnos y mayor será el sufrimiento, y mayor será el riesgo de caer en otra dependencia, grupo o producto tóxico. 

Acceder a una vida de adulto autónomo, implica sustraerse a la ley familiar, romper, sobrepasar los límites, las barreras, verificar por sí mismo, tomar ciertos riesgos (a menudo innecesarios), esto puede llevar al adolescente a consumir productos ilícitos y a delinquir. Por supuesto no necesariamente. 

Falto de ritos de transición, de reconocimiento familiar y social, el adolescente adopta otros, y si es necesario los inventa. La primera borrachera, el primer porro, la primera relación sexual, la primera mega-fiesta, la primera píldora, etc. Hacen oficio de rito de traspaso. Pero no son los únicos, uno puede demostrarse y demostrar que es un adulto simplemente comportándose como tal, siendo responsable, logrando sus estudios, trabajando, participando a la vida social.

Sentirse adulto

El adolescente quiere sentirse adulto y utilizará todos los medios que tenga a mano para lograrlo. Sentirlo en su mente y en su cuerpo, esa necesidad no es nueva, lo que es nuevo es que el adolescente atraviesa ese periodo (en las sociedades occidentales) bajo la tutela familiar, estudiando, dependiendo económicamente de sus padres, lo que aumenta las dificultades. No es raro encontrar adolescentes que quieren abandonar los estudios, trabajar, vivir su vida, en muchos casos el reconocimiento les sería suficiente.  

Imitar a los adultos

Alcohol, tabaco, sexo, etc., comienzan a menudo en la adolescencia, uno intenta convencerse de que imitando a los adultos, se es adulto, pero esto es un autoengaño, uno es adulto precisamente cuando uno no imita a nadie, cuando se es uno mismo a pesar de los demás. Además, conviene no caer en la trampa de imitar a los “adultos” que están próximos de la adicción, consumidores de drogas, alcohol, tabaco, etc., porque no son necesariamente el modelo ideal. 

Engancharse

No todos los adolescentes se “enganchan”; para que un grano germine tiene que caer en terreno favorable. Pero no nos engañemos, hay productos que son potencialmente adictivos, como el tabaco, la heroína, etc., basta un consumo regular para quedarse enganchado (dependiente), aunque el terreno no sea favorable. Tomarse dos copas, para superar la timidez no conduce necesariamente al alcoholismo, a menos que no seamos capaces de superar la timidez y que necesitemos el alcohol sistemáticamente.  

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 Autonomía y libertad


Ser libre como el aire, tomar sus propias decisiones. No hay libertad posible para un adicto.

Si la autonomía y la libertad son muy relativas, puesto que siempre necesitamos o dependemos de algo o alguien, aunque sólo sea el aire que respiramos, la sensación de libertad es una realidad. Tampoco es posible sentirse libre si no se es autónomo, si dependemos de los demás afectiva o económicamente, si no podemos tomar nuestras propias decisiones y aún menos si somos adictos a un producto, persona, grupo o situación.

Ser autónomo se adquiere, “la libertad no se pide, se toma” las personas que lo son, lo han adquirido, pero para un adulto que no lo ha conseguido, la dificultad es aún mayor: hay una edad para la adquisición de la marcha, para aprender a hablar, para independizarse afectivamente, etc., atravesar esas edades sin haberlo conseguido sólo añade dificultades para su adquisición, no obstante sería insensato pensar que a pesar de todo ya no hay nada que hacer, uno puede dibujar el camino que da acceso a la autonomía por otros medios. Para ello es imperativo reconocer el problema, salir del callejón sin salida en el que nos encierran las dependencias.

Reconocer el problema y pedir ayuda son los dos primeros pasos necesarios para adquirir la autonomía necesaria para acceder a la libertad.  

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 La sociedad


Nuestra sociedad es una fábrica de adictos,  la publicidad aumenta nuestras frustraciones (sólo se puede querer lo que se conoce). Si no eres guapo, inteligente, dinámico, rico, capaz...  vale más que te escondas.

Nuestra sociedad es una sociedad basada en el mercantilismo, hay que consumir, poseer. Nuestros valores son lamentablemente comerciales, estamos educados para consumir, fabricar y poseer mercancías, nuestros valores se apoyan en esto: “tanto tienes tanto vales” y a nadie se le ocurre pensar que pueda ser de otra manera.

La sociedad crea normas irrealistas, eleva las excepciones a la categoría de norma y de repente todo el mundo queda excluido. Para ser bella como el modelo “excepcional” hay que comprar X producto, una mentira lamentable que nos encierra en la frustración. Para encontrar el amor, el reconocimiento, el éxito, la tranquilidad, hay que consumir tal o tal otro producto, ser esquelética, embadurnarse de cremas, comprar tal vehículo.

Un bombardeo incesante de publicidad normativa, con la lamentable idea de fondo de que la felicidad está ahí al alcance de todos, sin esfuerzo, basta con seguir ciegamente lo que se nos dice.

Nuestra sociedad excluye el sufrimiento, (intolerable), al que antepone el confort, la seguridad, la facilidad. La felicidad es un derecho. Ser infeliz una catástrofe.

El mundo del trabajo, la escuela, también son generadores de adictos: un buen empleado y un buen alumno, son los que acatan las normas, los que siguen el programa a rajatabla, sometiéndolos a un sistema que excluye las iniciativas personales y crea frustraciones, les convierte en dependientes. Los ritmos infernales de trabajo, inhumanos, empujan al ser humano a encontrar un producto que les ayude a soportarlos.

La adicción es un verdadero problema social, tanto por las motivaciones como por las consecuencias.

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 Predisposición a la adicción


Es indudable que hay una predisposición para ser adictos. Porque nuestra tolerancia al estrés depende tanto de la situación estresante como de nuestra capacidad  para soportarla.

Todos tenemos límites y una tendencia natural a buscar una solución a nuestros malestares, tendencia natural del organismo humano a la búsqueda del placer.

Nuestra tolerancia al estrés, al sufrimiento, no es la misma para todos y hay una indudable predisposición, física y psíquica, pero también las condiciones ambiéntales y educacionales son determinantes, una persona con una alta predisposición para la dependencia puede vivir una vida perfectamente sana si no se la somete a niveles altos de estrés, sin embargo cualquier persona puede convertirse en un adicto si las condiciones ambiéntales, laborales y otros acontecimientos diversos le son insoportables.

Para comprender mejor el fenómeno imaginemos un edificio sometido a  un  terremoto, según magnitud del seísmo, el edificio lo soportará más o menos bien o se vendrá abajo, depende tanto de la calidad del edificio como de la intensidad del terremoto. En este caso el edificio representa la persona, el seísmo las agresiones de la vida. Lo bueno del ser humano es que puede reconstruirse y prepararse para soportar mejor dichas agresiones.

Ver también Cerebro y adicción

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 Dependencia afectiva


La dependencia afectiva es una de las primeras dependencias que cualquier ser humano experimenta, la fusión madre e hijo es una historia de amor que debe terminarse para dar paso a la autonomía afectiva.

El amor por parte de nuestros padres es necesario, porque ese amor nos permite explorar nuestro entorno con confianza, sin angustia, sin miedo a perder al otro ni a perderse. Un niño es capaz de separarse afectivamente cuando no teme perder ese amor. Esto sólo es posible si el niño integra el sentimiento de que el otro le sigue queriendo aunque no esté presente. El amor sigue existiendo como una fuerza viva en su interior, se siente amado y capaz de amar (se puede decir que el amor está en él, que lo ha adquirido). La figura del padre viene a irrumpir y separar ese amor que le vincula con la madre. Gracias a él, el niño aprende a renunciar a un amor imposible. Más tarde eso le permitirá establecer nuevas relaciones afectivas con otras personas sin angustia.

Si una madre intenta acaparar afectivamente a su hijo, éste, intentando escapar a esa relación perversa, desarrollará un sentimiento de culpabilidad y de angustia; necesita su amor, pero aceptarlo significa alienarse, someterse. Pero si una madre no ama a sus hijos suficientemente estos se sentirán inseguros y no conseguirán integrar ese amor en ellos. La relación afectiva puede quedar definitivamente dañada.

La dependencia afectiva comienza cuando la idea de perder al otro nos resulta angustiosa, insoportable; cuando el miedo al abandono nos aterra. A partir de ahí todos los excesos son posibles: el “no me abandones”, el “sin ti no puedo vivir”, el terrorismo: “si me abandonas me muero, me mato”, los celos, la necesidad de poseer al otro a todo precio, las relaciones dominador sometido, el “ni contigo ni sin ti” , “te odio y te amo” ecuación imposible. Parecida a la relación que guarda un adicto con su droga.

En el fondo el dependiente afectivo busca ese amor que no tiene: “el amor de sí”, “el amor en sí”, que no ha podido adquirir de manera sana, tanto por exceso, entendiendo por exceso el amor en el que se espera algo a cambio, (amor perverso), como por falta de amor, en los dos casos guarda una relación enfermiza con el amor, con la relación al otro, a la intimidad, a la sexualidad; en el fondo son las dos caras de la misma moneda.

Una relación afectiva sana exige la capacidad de poder renunciar al otro, pero para poder renunciar al otro hay que sentirse  suficiente, autónomo, válido; capaz de encontrarse sólo sin que el mundo se venga abajo, poseer el sentimiento de que la falta de amor no es un drama, de que uno se ama y se respeta suficientemente.

Frente a la dificultad relacional y afectiva el dependiente corre el riesgo de refugiarse en otra adicción, de comenzar una relación que le vincula a un producto, aparentemente más dócil, pero igualmente peligroso, si no más.

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 Codependencias


Uno es codependiente cuando depende de un dependiente.

La mujer o el hombre que convive con un alcohólico, con un dependiente afectivo, drogadicto, etc., escapa raramente a la codependencia; es más, los hay que persisten, son los casos más claros de codependencia: como la persona que después de haber perdido a su marido o esposa se vuelve a casar con otro alcohólico, drogadicto, etc., se diría que necesita vivir con un dependiente, es como una fatalidad, pero si escuchamos su discurso nos damos cuenta hasta que punto son adictos al adicto: “el pobre, es que me necesita”, “qué haría sin mí”. Nos da la sensación de que se auto valorizan conviviendo con él, ocupándose de él, pero en el fondo su codependencia agrava el problema al dependiente e incluso se dan casos de personas que no eran adictos y que han acabado siéndolo por el simple hecho de vivir con un codependiente. El codependiente necesita al dependiente, y si no lo tiene, se lo fabrica.

El fenómeno es asimilable a la relación que guarda un hijo con una madre abusiva, que lo infantiliza, para seguir guardándolo bajo su tutela, para que no se le escape. Esto es una relación perversa de fusión que habitualmente se da en las madres que no aman suficientemente a su esposo y que acaparan sus hijos de manera excesiva, como si se enganchasen a un producto para compensar sus insatisfacciones. La fatalidad es que, sin darse cuenta, están convirtiendo a sus hijos en dependientes, angustiados y encerrados en una relación que los acapara y los priva de libertad, y esta relación perversa los convierte en seres incapaces de tener unas relaciones sanas con los demás.

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 Adicción a las sectas


La definición de secta o grupo sectario es un poco ambigua y podemos cambiarla por adicción a un grupo o situación.

Uno es adicto a un grupo o situación cuando uno depende de ese grupo o situación. Depender en este caso es: no ser libre de entrar y salir incluso teniendo la impresión de serlo; cuando las ideas del grupo remplazan nuestras ideas; cuando las creencias y la visión del mundo y de la sociedad de ese grupo sustituyen a las nuestras; cuando nos sometemos a las normas y leyes de ese grupo. Nos vamos alejando de nuestra autonomía.

Las sectas son especialmente hábiles para hacer pasar al individuo de una dependencia a otra. Buscan personas que pasan por un momento de fragilidad, de dificultad, de búsqueda personal, espiritual... le ofrecen un cuadro agradable, comprensión, relación y calor humano; se lo dan todo hecho, fácil, todo parece perfecto. Pero poco a poco van a ir remplazando nuestras ideas por las suyas, nuestros valores por los suyos, nuestras relaciones por las suyas, con un fin muy preciso, convertirnos en adeptos, separarnos de nuestra familia y amigos, disponer de nuestro tiempo y nuestros recursos, alienarnos y someternos a su grupo. Para ello todos los medios son buenos: amenazas, lavado de cerebro, ritos mágicos, hacerle creer que tiene una misión (“salvar la humanidad”), simbología, atuendos, cansancio, privación de sueño, sumisión física y psíquica, etc.

El líder de la secta remplaza la figura del padre, pero es un padre abusivo, infantilizante, y en algunos casos, pedófílo, alienante y cruel, el peor padre imaginable, un padre destructivo. Su objetivo no es la felicidad del adepto sino su sumisión. Por lo general no tiene más carisma que el que se da el mismo o le dan los adeptos.  

Este tipo de adicción como las otras adicciones son un encuentro entre un individuo dependiente y predispuesto, y un producto, grupo o situación que le aporta un poco de equilibrio reconfortante, pero que al mismo tiempo lo infantiliza, lo esclaviza, aliena o destruye.

En la adolescencia el grupo tiene una función precisa, nos sirve de paso intermedio entre la dependencia de nuestra familia y la autonomía, en un grupo sano podemos expresar nuestras ideas libremente, entrar y salir libremente, no olvidemos que precisamente la meta es esa, salir para poder acceder a nuestra libertad. El objetivo final es que lo abandonemos para vivir nuestra vida.

A veces el conflicto es necesario y muy útil. Es gracias a él que consolidamos y fortalecemos nuestras ideas, nuestros puntos de vista, nos enriquecemos como ser humano, aprendemos a defender nuestros valores, a relacionarnos, a decir lo que pensamos.

Un grupo que no acepta el debate, el intercambio, la confrontación, que dicta normas y no admite su discusión, que intenta disponer de nuestro tiempo y nuestros recursos, es un grupo destructivo asimilable a un producto tóxico.

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 La comunicación


Detrás de cada dependiente hay una dificultad intrínseca de comunicación. El dependiente es un ser hipersensible, cualquier palabra puede herirle, temeroso del otro. Teme someterse e intenta someter, se protege, huye la comunicación o intenta invadir con sus palabras, busca la posición superior, le molesta discutir, le cuesta hablar en público, teme excederse, ser inadecuado, va de un extremo al otro, desconfía, le falta ese sentimiento esencial de integridad que caracteriza a un ser adulto y autónomo que reconoce al otro como diferente y no teme sus criticas porque no espera compensación ni recompensa, no le hacen falta, se siente integro y suficiente, completo; no busca la fusión, la supremacía ni la dominación, acepta al otro tal y como es, no lo critica, porque no teme que el otro sea superior (no teme ser dominado), acepta trabajar en grupo, discutir, reconocer sus errores, someterse a la autoridad.

Al dependiente le cuesta confiar, pedir ayuda, expresar sus sentimientos, decir “te quiero”, teme las relaciones íntimas,  y en muchos casos corre a refugiarse en un producto, con el que sobran las palabras.

La dependencia es asimilable a una enfermedad de la comunicación y es posible que la mejor curación sea la palabra: expresarse, decirse, poner palabras al sufrimiento, exorcizar sus sentimientos, hablar; comunicar es acceder a sí mismo.

Engañar es engañarse: la palabra sólo es curativa si es una palabra verdadera, si es la verdadera expresión de nuestros propios sentimientos; de otra manera tienen el efecto contrario.

Uno puede hablar con sus amigos, multiplicar los encuentros, confiar, pero evitando vaciar todas sus porquerías ni de un golpe ni sobre el mismo (los demás no son una basura) evitar los manipuladores.  En ocasiones es preferible dirigirse a un especialista, psiquiatra, sicoanalista, psicólogo, psicoterapeuta o grupo de auto ayuda, y evitar a toda costa los grupos tóxicos, sectas, etc. Por grupo sano se entiende el grupo en el que se puede hablar, expresarse con libertad, y del que se puede entrar y salir sin más, ya que de lo que se trata es de acceder a la libre expresión y a la autonomía.

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 Productos


Alcohol, tabaco, café, azúcar, drogas, medicamentos, alimentación, etc. El remedio milagro, ilusorio, fácil, un par de copas y me siento como nuevo, pero mañana si estoy muy mal será una botella, o dos, o tres, y entonces ya no seré yo el que beberá el alcohol, sino el alcohol el que se me beberá.

Poco importa el producto por poco que me embriague, que me haga sentir bien, todopoderoso, que me haga olvidar lo inolvidable, la dificultad para vivir con ello.  Que me haga olvidar mi tristeza, mi impotencia, mi incapacidad para relacionarme, mi fragilidad, mi imperfección, mis miedos. 

No todos somos iguales frente a un producto, cada organismo es único y reacciona de manera diferente, de la misma manera que cada uno es diferente y cada historia individual es diferente, cada relación y reacción al un producto  será diferente.

Drogas

Las drogas, incluyendo las socialmente aceptadas (alcohol, tabaco, café y medicamentos), son productos que modifican el organismo, lo alteran y nos producen una sensación placentera, o suprimen el sufrimiento. El problema es que, de la misma manera que huimos de lo que nos produce un sufrimiento, nos sentimos atraídos por lo que nos produce placer y tenemos tendencia a repetir. Esa repetición puede ser catastrófica para el organismo.

Las drogas aportan al organismo o provocan la liberación de sustancias que el organismo ya fabrica (neuromediadores, etc.), nuestro organismo produce sus propias “drogas”, que tienen como función controlar su estado, procurarnos placer y sensación de bienestar o ponerlo en marcha con un fin determinado. Por ejemplo: la endorfina o morfina interna tiende a calmar nuestro organismo, a anestesiarlo después de una intensa sensación de estrés o de cansancio; la adrenalina acelera el ritmo cardiaco, dilata los bronquios y las pupilas, prepara al organismo para la acción, el combate.

Nuestro organismo se auto regula según sus necesidades. Las drogas vienen a compensar o alterar su funcionamiento. El problema es que, a la larga, lo atrofian. El organismo pierde su capacidad para fabricar esas sustancias. Y para obtener el mismo efecto cada vez es necesario consumir más. 

La mayoría de las drogas, lejos de ser una solución liberadora para el individuo, son esclavizantes. Porque, por poca adicción que nos provoquen, nos someten (dependemos de ellas). Si queréis saber hasta que punto, es muy sencillo: ¡dejarlo! Si quieres saber por qué fumas, por qué bebes, por qué te drogas, déjalo y no tardarás en saber hasta qué punto eres esclavo de ese producto que en teoría debería darte una agradable sensación de libertad. 

No se puede negociar con las drogas: es inútil intentar negociar con un producto, dos cigarrillos por día, sólo un vaso de vino. Para un dependiente supone pasarse todo el día esperando ese momento. El cigarrillo o la copa, la dosis prometida, y en cualquier momento de dificultad recaeremos, sin olvidar que muy rápidamente el efecto disminuye y que para encontrar el mismo será necesario aumentar la dosis. Es preferible la abstinencia, dura al principio pero mucho más eficaz a la larga. Decir definitivamente adiós a la adicción es psicológicamente mucho más eficaz, es cortar el cordón umbilical de manera definitiva, abandonar la ilusión de que se puede consumir sin ser consumido. 

Es casi inútil evocar los trastornos debidos al consumo de las drogas, el deterioro de la salud, los riesgos incluso de muerte, el coste económico y social, los medios de comunicación nos los recuerdan a menudo, pero tal vez no bastante. 

Se puede consumir drogas y no ser adicto: es el caso del consumidor ocasional, la persona que se toma una copa con los amigos, que se bebe un buen vino por el placer de tomarse un buen vino y no porque se siente mal, la gran diferencia está ahí, si el alcohol  desinhibe y facilita la socialización; el alcoholismo hace todo lo contrario, ya no hay más amigos que la droga, el alcohol y el alcohólico, la botella o la dosis son suficientes.

Y qué no sería capaz de hacer un adicto por su dosis: humillarse, prostituirse, robar, matar, matarse, destruirse, destruir, enfermarse, arruinar su familia, sus relaciones, su economía.

Me temo que no se pueda encontrar una sumisión peor que la adicción; más destructiva. A las personas con carácter inestable, que pasan fácilmente de la depresión a la agresividad, del todo a nada, propensos a  la adicción, corren un riesgo inimaginable de caer en la adicción y se les recomienda mantenerse lo más lejos posible de las drogas.

Drogas de diseño

Entendemos por drogas de diseño las drogas compuestas a partir de moléculas químicas sintetizadas en los laboratorios y no los derivados de otros productos digamos más “naturales”.

El  éxtasi, popers, los gama OH como el “GBH” (grievous bodily harm), o el “GHB” (droga de los violadores), las ketaminas, las anfetaminas y otros tantos ansiolíticos, antidepresivos y algunos productos dopantes forman parte de esta familia, aunque no todos por supuesto.

Éxtasi

O la MDMA fue diseñada por los laboratorios Merck, en 1912 con un fin militar. Se trataba de aumentar algunos efectos de las anfetaminas, pero no obtuvo autorización de puesta en el mercado. Se utilizó puntualmente en psiquiatría en California 1970, pero se interrumpió su utilización por los destrozos que causaba. Actualmente se utiliza habitualmente con fines recreativos en las mega-fiestas o tecno-fiestas.

El éxtasi se encuentra en forma de comprimidos de diferentes formas y colores, con un logotipo (según el fabricante). Los “fabricantes” (laboratorios clandestinos) por supuesto no ofrecen la más mínima garantía sobre su contenido y no es raro que estén mezclados con otras sustancias: almidón, jabón, detergentes, etc.  

Efectos: El éxtasi provoca primero una ligera ansiedad, un aumento de la tensión arterial, una aceleración del ritmo cardiaco, una contracción de la mandíbula, la piel se humedece y la boca se seca, seguido de euforia, sensación de bienestar y de placer.

Efectos indeseables: Ansiedad, deshidratación (de ahí la necesidad de beber mucho, sobretodo si se está en un local cálido y si se hace un esfuerzo físico importante) a los tres o cuatro días de la toma puede provocar ansiedad y depresión. Un consumo regular puede provocar un debilitamiento, adelgazamiento, cansancio, cambios de humor, agresividad, problemas psíquicos severos y duraderos.

Peligros: El éxtasi es altamente peligroso para las personas que tienen problemas cardiacos, epilepsia, asma, astenia (fatiga), problemas psicológicos. Los trabajos científicos establecen una degeneración de las células nerviosas sin que pueda saberse si es reversible. Además es muy peligroso mezclarlo con otros medicamentos, como la aspirina, antidepresivos y ciertos medicamentos anti-VIH.

Dependencia: En ciertas personas puede provocar dependencia psicológica. Por lo que concierne la dependencia física los expertos no se ponen de acuerdo. En cualquier caso no olvidemos que es una droga.

Alcohol

El alcohol se obtiene por fermentación y destilación de vegetales ricos en azúcar y entra en la composición de las bebidas alcohólicas: vino, licores, cerveza, aperitivos, etc.

El hecho de que su venta y consumo sean legales (regulados por ley), no hace menos peligroso su consumo. 

El consumo en los jóvenes ha aumentado de manera significativa, la litrona, el botellón, la priva, se han convertido en un fenómeno social, una fiesta o una reunión son casi impensables sin alcohol.

En la adolescencia, (paso delicado de acceso a la autonomía), el alcohol se convierte en una especie de rito: el alcohol desinhibe y facilita la socialización. Lo grave sería quedarse atrapados en una eterna adolescencia. En definitiva uno es autónomo cuando no necesita el alcohol para decir lo que piensa, ni lo que siente. 

Efectos: A corto plazo y en pequeñas cantidades el alcohol calma y desinhibe, facilita la relación.

Efectos indeseables: A grandes dosis el alcohol produce ebriedad, en algunos casos alteración de la digestión, vómitos, coma etílico.  El alcohol es especialmente peligroso para la mujer embarazada incluso a pequeñas dosis, este pasa la barrera placentaria y altera el desarrollo del feto provocando alteraciones físicas (malformaciones) y psíquicas (retardo mental). 

A largo plazo puede provocar efectos graves sobre la salud:  Cáncer de la boca, de la garganta, del esófago, etc., enfermedades del hígado (cirrosis), del páncreas, problemas cardiovasculares, muerte.

Problemas psíquicos: Ansiedad, depresión, alteración del comportamiento, delirio.

Problemas sociales y familiares: Accidentes de tráfico (el alcohol está implicado en uno de cada tres accidentes), accidentes de trabajo, problemas relacionales, perdida del control de sí que puede provocar violencia, agresiones sexuales, homicidio, suicidio. Problemas laborales, económicos y familiares, pudiendo engendrar sentimientos de vergüenza y de desprecio en nuestro entorno. A esto hay que añadir los problemas de salud, económicos, perdida de empleo y accidentes. 

Dependencia: Si el alcohol, utilizado ocasionalmente no tiene más consecuencias que las anteriormente citadas, a la larga puede provocar dependencia física y psíquica, en eso es una droga dura. Un consumo regular, más de 2 a 4 vasos (según las personas) por día, tiene una repercusión directa sobre la salud y pueden conducir a una adicción grave; uno es adicto al alcohol cuando no es capaz de dejar o reducir su consumo. Para salir del alcoholismo es necesario pedir ayuda, ver direcciones, centros de ayuda.

Para saber si somos alcohólicos podemos intentar no beber durante unos días, la respuesta viene por sí sola.

Marihuana

La marihuana, hachís o cánnabis, es uno de los productos ilícitos más utilizados en nuestra sociedad. El consumo se ha banalizado y no está penalizado en algunos países, aunque su venta sigue siendo ilícita. 

La marihuana es una hierba y se puede consumir, simplemente secada, mezclada con tabaco. También se puede presentar en forma de resina hecha a partir de la cima florecida de la planta. En este caso se la llama hachís o shit (mierda). Se encuentra en forma de placas o barras de color marrón, verde o amarilla según el país de procedencia y a menudo cortada con alguna porquería: cera, parafina, etc. En este caso se consume mezclada con tabaco, es lo que se ha dado en llamar porro, canuto, etc.

También puede encontrarse en forma de aceite, más concentrado y consumido con una pipa, pero esta forma de consumo es poco corriente. 

Efectos: Ligera euforia, sensación de calma, repentinas ganas de reír, somnolencia. A fuerte dosis puede impedir realizar algunas tareas, perturba la percepción del tiempo, la memoria inmediata y produce letargo. 

Efectos indeseables: Aumento del ritmo del pulso (palpitaciones), disminución de la salivación (boca seca), sensación de náuseas, ansiedad, hinchazón de las venas (ojos rojos). 

Peligros: La utilización de ciertos tipos de maquinaria, la conducción de un vehículo, no olvidemos que altera la percepción. El hecho de que se fuma con  tabaco, lleva consigo todos los inconvenientes de éste.  

Dependencia: Aunque la mayoría de los especialistas está de acuerdo en que no produce dependencia física, una utilización frecuente, en algunas personas, puede producir dependencia psicológica.

Heroína

La heroína es un opiáceo obtenido a partir de la morfina. Los opiáceos son sustancias naturales contenidas en el látex que se extrae del pavote y que sirve también para la fabricación del opio.

Aspecto y consumo: La heroína se encuentra en forma de polvos de color variable entre el blanco y el marrón. Se suele consumir por inyección intravenosa después de diluirla y calentarla, también puede aspirarse por la nariz o fumarse. Su consumo ha bajado mucho desde la aparición del SIDA.

Efectos: El efecto inmediato de la heroína es “orgásmico” es el “flash” seguido de una sensación de euforia y después de somnolencia.

Efectos indeseables: Nauseas, vértigos, bajada del ritmo cardiaco, en caso de uso repetido, el placer intenso de las primeras tomas se atenúa y es necesario aumentar las dosis para obtener el mismo resultado. El consumidor pasa de un estado de éxtasis (bajo sus efectos) a un estado de ansiedad y de agitación por falta de consumo (síndrome de abstinencia).

Peligros: Por la forma de consumo (inyección) y el intercambio de jeringuillas, los riesgos de infección por el virus del SIDA y hepatitis son enormes, sin contar con otras infecciones. Por otra parte, la sobredosis puede conducir a la perdida de conocimiento y a la muerte. También pueden aparecer trastornos como anorexia e insomnio, pero uno de los peligros más importantes es la dependencia.

Adicción: La heroína provoca una fuerte dependencia física, extremamente peligrosa, que convierten al heroinómano en un problema social grave. Uno escapa difícilmente a esta adicción. La ayuda es necesaria en la mayoría de los casos. Existen productos de sustitución distribuidos por los centros de ayuda, como la metadona, que pueden ayudar al adicto a salir del circulo vicioso de la dependencia.

LSD

El LSD o dietilamida de ácido lisérgico se obtiene a partir de un hongo parásito del centeno.

Se presenta en forma de papelitos secantes, micro-puntas parecidas a una punta de lápiz, o en forma líquida, una dosis contiene entre 50 y 400 microgramos de LSD.

Efectos: El LSD es un alucinógeno muy potente y produce modificaciones sensoriales muy intensas, alucinaciones, crisis de risa incontrolables, delirios. Estos efectos son muy variables según los individuos.

Efectos indeseables: Los efectos de una dosis duran entre cinco y doce horas, el retorno a la normalidad puede ser muy desagradable, confusión mental, angustia, crisis de pánico, paranoia, fobias, delirio.

Peligro: El LSD puede provocar problemas psiquiátricos graves y duraderos.

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