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La autoestima (6)
Seguimos con unos cuantos detalles más que nos permitirán fortalecer esa autoestima tan debilitada y que tantos conflictos internos y externos es capaz de generar.
El perdón Perdonar a los demás. Más que un ejercicio de generosidad, el perdón hacia las personas que nos han hecho daño es una actividad saludable. El rencor, el resentimiento y toda emoción que brota por el hecho de negar el perdón, genera malestar físico y mental. Y un desgaste de energías que no te mereces. Ni seguramente nadie merece que le dediques ese esfuerzo adicional. Perdonar no es otra cosa que una higiene emocional. Es descargar un peso molesto que nos impide disfrutar del camino. Es romper una cadena que nos recorta la libertad. Perdonar, más que por la otra persona, es por uno mismo. Y perdonar es encontrar de nuevo la armonía perdida. Pedir perdón. Como nadie es perfecto, seguro que hemos cometido alguna vez algún error que ha provocado daño a alguien. Nos encontramos con la paradoja que, por un lado no sabemos perdonar a quien se ha equivocado con nosotros, porque exigimos un comportamiento demasiado exquisito, y por otro que no sabemos o queremos reconocer un error cometido. Pedir perdón significa reconocer que hemos hecho daño pero que estamos dispuestos a no volver a hacerlo. Y significa también la liberación emocional por ese daño hecho. Es posible que la persona a la que pedimos perdón no lo acepte. Pero eso es lo menos importante. Nos quedaremos con haberlo hecho, de aceptarnos como seres imperfectos, de que ya hemos hecho todo lo que está en nuestras manos y, de este modo, nos liberaremos de una carga emocional absurda de llevar a todas partes. No vamos a estar pidiendo perdón toda la vida. Pedir perdón es algo que cuesta. ¿Cuánto tiempo hace que no pides perdón a alguien al que hiciste daño? ¿Qué estás esperando? ¿Esperas que te pida perdón la otra persona primero o esperas a que se muera? En esta segunda posibilidad, el peso de la carga emocional se multiplica. El autoperdón. Pero a la primera persona a la que debemos perdonarnos es a uno mismo. A menudo nos echamos en cara errores, falta de valor, actuaciones inadecuadas, elecciones incorrectas, las cosas que nunca debieron hacerse o las que nos quedaron por hacer y ya es demasiado tarde. El pasado ya no se puede cambiar. Y todos tenemos derecho a equivocarnos si estamos dispuestos a rectificar. Siendo así, posiblemente no haya nada que perdonar. Pero uno suele ser duro consigo mismo y se lamenta de aquello que no hizo y le podía haber cambiado la vida, se mortifica pensando en lo que sería su vida si, en lugar de divertirse sin parar, hubiera estudiado un poco más y hubiera terminado la carrera. Pero la vida pasa una sola vez, y nadie nos enseña a ser padres modélicos (cuando uno aprende a ser padre suele ser ya demasiado tarde), ni a apreciar en su momento lo que nuestros padres nos han dado. Si se ha cometido un error y se ha aprendido algo, aunque haya costado lo suyo, es todo cuanto podemos hacer. Y, por tanto, debemos perdonarnos y darnos todas las oportunidades que nos hagan falta. Es muy importante que, en lugar de autoculparnos de los errores cometidos, nos perdonemos y nos concentremos en este presente en el que podemos demostrarnos mejores respecto al pasado. Si ayer no supimos decir un "te quiero" a tiempo, hoy tenemos decenas de oportunidades para hacerlo. Con eso saldaremos nuestras deudas.
La autovaloración Tendemos, por un extraño retorcimiento mental, a centrarnos en nuestros defectos, en la nula habilidad que mostramos con ciertas cosas. Si detectamos ciertos defectos que pueden mejorarse, adelante. Pero los que no, aceptarlos y punto. Nadie lo tiene todo. Pero, sobre todo, debemos potenciar nuestras virtudes, centrar nuestra mente en éstas y dejar de lado todo aquello que no se pueda mejorar. Es absurdo que quieras jugar en la NBA si mides metro cincuenta y sólo te faltan 3 años para jubilarte. Desde luego, cada uno es libre de torturarse como quiera, pero hay cosas que han de ser aceptadas porque es imposible modificarlas, hay cosas que pueden mejorarse, y hay otras cosas, las mejores de cada cual, que las tenemos que aprovechar para estar orgullosos de nosotros mismos. Toda persona tiene cualidades y defectos. De lo que se trata es de que, ya que con tanto ahínco nos concentramos en nuestros defectos imposibles de solucionar, valoremos también nuestras cualidades. Porque si no nos valoramos nosotros mismos, nadie nos valorará.
La autoaceptación Aceptarnos tal y como somos es indispensable. Tenemos que sentirnos bien con nosotros tal y como somos. Nada de sentirnos defraudados. Cada uno es como es y se compone de virtudes y defectos. Va con el mismo lote, es algo indivisible. Porque a los demás les ocurre lo mismo. Y no existe excepción. Por tanto, tienes que aceptarte tal y como eres. Una vez te has aceptado, mejorar todo lo que puedas y potenciar tus virtudes. Es absurdo que una persona con una voz privilegiada se empeñe en el boxeo cuando su cuerpo tiende más bien a la fragilidad que a otra cosa: que se ponga a cantar, a doblar películas o a lo que más le guste y, en segundo plano, mejore su estado físico. Pero nadar contra la corriente suele ser absurdo, mortificante y estéril.
La autoconfianza Hay que darse las oportunidades que sean necesarias para demostrarnos que podemos lograr aquello que nos propongamos. Cada error es un paso atrás que nos permitirá tomar impulso y saltar un nuevo obstáculo. Y si hemos elegido mal el camino, estaremos más cerca de elegir mejor la próxima vez. Debemos confiar en nosotros mismos, en nuestras cualidades, en nuestra perseverancia. Si otros pueden hacerlo, ¿por qué nosotros no? La confianza en uno mismo es básica para fortalecer la autoestima.
Quiérete Como haces con un niño pequeño, al que proteges de todo aquello que pueda hacerle daño. Deja ya de hacerte daño, perdónate, respétate, acéptate, concéntrate en todo lo bueno que has dado a los demás, en tu aportación a la sociedad. Hazte el bien y no permitas que otros te hagan más daño. Ámate a ti mismo como jamás te has amado. Nunca es tarde para empezar. Además, el amor hacia los demás empieza en uno mismo.
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