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La autoestima (3)
La inseguridad Además de la timidez, la baja autoestima tiene como consecuencia una total falta de confianza en uno mismo. Aparece la indecisión, las dudas constantes, el miedo, la sobrevaloración de lo que piensen los demás y el pánico a no gustar a nadie. La inseguridad nace, muchas veces, de unos padres sobreprotectores. Ellos han tomado siempre las decisiones, no han permitido al hijo equivocarse, a elegir su propio camino. Seguramente ha sido duramente criticado por los errores cometidos (cuando los errores son necesarios para aprender, cuando los errores suelen preceder a un paso hacia adelante). Es necesario confiar en uno mismo, darse el permiso para equivocarse, tomar la enseñanza de los errores y dejar de estar sometido a lo que piensan los demás. Como en el caso de la timidez, a caminar se aprende andando y a tomar decisiones se aprende tomándolas. Nadie tiene la autoridad suficiente como para juzgar tus decisiones. Así que reflexiona sobre las ventajas y las desventajas sobre las diferentes opciones, toma una decisión, y mantente al margen de ese dictador personal incorporado en el cerebro que nos dice constantemente "¿qué pensarán los demás?". El miedo al rechazo A nadie le apetece ser rechazado en su entorno. Surge el miedo a ser juzgado y a que no nos acepten como parte del grupo. Esto nos impide ser libres, actuar como nos gustaría actuar. Somos capaces de adoptar un papel que nada tiene que ver con la realidad, con tal de que los demás nos acepten. Este miedo también proviene de la infancia, de los mensajes que hemos ido recibiendo cuando los padres han visto que no actuábamos según sus expectativas. Para resolver esta situación hay que, primero, aceptarse a uno tal como se es, aceptar los errores cometidos y el derecho a cometerlos. Y, sobre todo, actuar según lo que uno mismo piensa que debe hacer, sin esperar ser aprobado por los demás; tu objetivo no es gustar a nadie sino ser feliz. Y los demás tienen que aceptarte tal como eres, no como les gustaría que fueras. Tampoco hay que ser muy exigente con uno mismo. Nadie es perfecto y, al final, lo importante es encontrar la armonía interior. Los complejos Los complejos son conflictos ocultos en el subconsciente que producen una percepción muy negativa de nosotros mismos. Es posible que esta percepción nos lleve incluso a pensar que somos inferiores a los demás, como ocurre en el complejo de inferioridad. Como en los casos anteriores, el origen también está en la infancia, en una exigencia extrema y en la desaprobación e infravaloración constantes por parte de nuestros padres o nuestro entorno escolar. Esta exigencia convierte al niño en un adulto insatisfecho consigo mismo, descontento con todo lo que hace y seguro de que los demás lo ven como alguien que no sabe hacer nada bien. Los complejos también pueden generarse a partir de un gran fracaso o una situación humillante. Para eliminar los complejos es necesario dejar de pensar en los defectos y centrarse en las virtudes. Si algo se puede solucionar, adelante. Pero si no es así, no cabe más opción que aceptarse uno mismo (vemos como aceptarse uno mismo es vital). Es imprescindible, una vez más, dejar al margen lo que los demás puedan pensar de uno mismo y actuar según los propios dictados, de forma libre. La valoración empieza por uno mismo. Y nadie va a valorar a una persona que se desvaloriza constantemente y que no cree en sí misma.
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