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La autoestima (5)
La vieja sentencia "hay amores que matan" se cumple literalmente con las personas sin autoestima. Tal vez no pueda afirmarse que no se quieren nada a sí mismas. Pero lo que sí se puede afirmar es que se quieren mal, que creen que no merecen un gramo de amor de nadie, que no confían en sí mismas (si no se confía en uno mismo es imposible confiar en los demás). La solución para la autoestima es un verdadero amor a uno mismo. Y este amor no consiste en sentimientos, en convencimientos artificiales ni en nada abstracto: consiste en tratarse a uno bien, tal y como uno se merece. Consiste en dejar de machacarse continuamente con comparaciones, con complejos y con todo tipo de fantasmas que suelen instalarse en la mente para torturar a su propietario. En definitiva, para curar una autoestima deteriorada, tanto por el entorno como por uno mismo, se necesitan:
Pensamientos positivos. Sustituir el "no puedo", "no soy capaz", "no sirvo", etc. por "si otros pueden, yo también", "voy a lograrlo en breve", "esto me fortalecerá", etc. Los pensamientos negativos castigan a la mente y al cuerpo y se convierten en realidad. Pero los pensamientos positivos también se convierten en realidad y, en lugar de castigar, hacen sentir bien. Podemos deducir fácilmente que si los pensamientos acaban por cumplirse, lo más sensato es elegir los pensamientos positivos y agradables. Romper con la costumbre de auto maltratarse no es fácil, pero si se comienza con rechazar todo pensamiento destructivo, toda palabra que nos someta al fracaso, la autoestima se fortalecerá.
Autoaceptación. Basta ya de compararnos con éste y con el otro porque siempre saldremos perdiendo en algo con alguien. Siempre encontraremos a alguien más alto, o más rápido, o con el pelo más bonito, o que sea más gracioso contando chistes. Uno es como es y es único. Si uno no se acepta a sí mismo, difícilmente lo van a aceptar los demás. Por otro lado, en ocasiones es una tortura de lo más inútil. Sentirse mal, por ejemplo, porque otro es más alto y rubio es algo que no se puede evitar. Cada cual tiene sus puntos débiles y sus puntos fuertes. Se trata de aprovechar lo mejor de cada uno, tanto para uno mismo como para los demás.
El buen humor. Las penas existen, es algo obvio. Pero las alegrías también. Si nuestra vida se resume en dar vueltas alrededor de las penas que vayamos encontrando (o que nos vayan contando, o que nos vayamos inventando), nuestra vida será triste, las penas irán aumentando de tamaño, y nos creeremos incapaces de logran ninguna alegría. El buen humor disipa los pensamientos destructivos. Cuanto más tiempo con cosas alegres, cuanto más nos relacionemos con personas alegres, mejor. El buen humor es un enemigo fatal para el cacique mental que todos llevamos dentro. Como lo cortés no quita lo valiente, eso no quiere decir que dejemos de lado los problemas que acuden a nuestra vida. Pero incluso en esto, es mejor afrontar un problema con buen humor que con el clásico pose de ser el más mártir de los mártires que han pasado por este mundo.
Comentarios positivos. Eliminemos, de una vez por todas, de forma definitiva y con carácter retroactivo, los comentarios negativos que tienden a autocumplirse y que se quedan grabados en el pensamiento. Eliminemos las críticas que no lleven a ninguna parte. Todo tiene que ser visto desde el lado positivo. Toda frase tiene que servir para dar un paso hacia delante. Nada debería ser criticado sin aportar una alternativa, o una propuesta de alternativa al menos. Se trata de construir, no de destruir. Y los comentarios negativos destruyen y se fortalecen a medida que son citados. Es imposible disfrutar de una vida positiva y alegre si lo único que sale de nuestra boca son comentarios que no aportan confianza sino todo lo contrario.
Creer en uno mismo. Ha llegado el momento de darle confianza a esa persona en la que no confías en absoluto: tú mismo. Tienes que creer en ti mismo, tener fe, saber que si te caes, te levantarás rápidamente. El camino hacia los pequeños objetivos está plagado de trampas en las que vas a caer. Nadie te ha dicho que esta vida sea fácil. Pero si te rindes antes de empezar, es que no crees en ti. Prueba de lo que eres capaz, insiste, date confianza, aprende de los errores, inténtalo otra vez. Tienes que ser razonable contigo mismo como lo serías con tus hijos: nadie puede ser el mejor arquitecto unos meses después de haberlo decidido. Todo requiere su esfuerzo, todo tiene su precio y todo suele costar lo suyo. Márcate, al principio, pequeños objetivos y la confianza en ti mismo se irá fortaleciendo. Y sírvete de tus habilidades, poténcialas. Tu paso por este planeta es fugaz si lo comparamos con la existencia de la vida. No tiene sentido que te vayas sin siquiera haber aprendido a confiar en ti.
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