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"Ningún tonto se queja de serlo; no les debe ir tan mal." Noel Clarasó
  

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LOS EFECTOS DE LA BAJA AUTOESTIMA

El pesimismo

El pesimismo no es más que una actitud negativa frente a todo. Esta negatividad comienza en uno mismo y atrae, puesto que somos y nos hacemos lo que pensamos, todo aquello que nos pueda perjudicar. Rechazamos, además, por puro convencimiento de que no puede ser cierto algo bueno, todo aquello que nos haría la vida más agradable. El pesimismo puede llevar a la persona hacia su propia destrucción.

El pesimismo nace del entorno familiar, en la que se han grabado en la mente frases negativas que acaban convirtiéndose en realidad. Pero, por si no hubiera bastado esta completa "formación", el pesimista se "entrena" a diario con pensamientos negativos y autodestructivos que forman parte de su lenguaje, tanto hacia los demás como consigo mismo.

El pesimismo puede eliminarse. La vida es como es: unas veces nos da una alegría, otras, todo lo contrario. Hay días grises y con lluvia que nos pillan sin el paraguas, y hay días con un sol radiante llenos de alegría. El pesimista rechaza las alegrías sistemáticamente porque cree que no son posibles. No sabe disfrutar de un día soleado porque su pensamiento se concentra en la posibilidad de que llegue una tormenta.

Para eliminar el pesimismo es necesario reforzar la autoestima, convencerse de que uno tiene derecho a disfrutar de la vida. También, eliminar todo pensamiento negativo y sustituirlo por ideas constructivas y alegres.


El fracaso

No se nace fracasado o triunfador. Muchas personas piensan que no pueden llegar muy lejos debido al entorno en el que viven. Pero la historia demuestra que muchas de las personas que han alcanzado el éxito han nacido en ambientes humildes y difíciles.

Lo que diferencia a los que fracasan de los que siguen adelante es la actitud frente a las circunstancias.

Todos podemos fracasar, equivocarnos, cometer errores descomunales. Imagínate que los jugadores del Barcelona o del Real Madrid se pusieran a llorar junto a su portero cada vez que les marcaran un gol debido a un error en la defensa. Esta actitud, naturalmente, condenaría a estos equipos a la tercera división regional, o incluso a su desaparición.

Pero esos jugadores encajan el gol, aceptan el error, corrigen la situación y siguen jugando. Están convencidos de que luchando adecuadamente, llegará su premio. Y, por lo general, lo consiguen.

Muchas personas le temen al fracaso y por eso ni siquiera intentan nada. Otras, cuando fracasan en alguna iniciativa, se hunden en el barro sin motivos para volver a levantarse. Y los que llegan al triunfo no es porque sean mejores sino porque se levantan rápidamente, aceptan el golpe encajado y continúan el camino con una lección más aprendida, una lección que les hace más fuertes y mejor preparados para las dificultades que, sin duda, van a encontrar. Los fracasos enseñan, ayudan a preparar mucho mejor los pasos a seguir.

El fracaso no es un castigo sino un gran maestro. Por tanto, en lugar de quedarse parado y decidir no volver a probar nada más, lo adecuado es aceptar el fracaso, aprender de él, olvidarlo y seguir adelante. Es imposible llegar al éxito por un camino plácido. Los fracasos forman parte del camino hacia el éxito.

Lo que no hay que hacer es castigarse con críticas destructivas tipo "soy un pobre imbécil, no sirvo para nada". Ni sentirse decepcionado, ni sumergirse en la autocompasión. Todo lo contrario: si ha habido un error, corregirlo. Si la idea original no era viable, adaptarla o cambiarla para continuar. Ahora sabemos algo que no funciona, es una ventaja más respecto a quienes aún no han llegado donde estamos.

Sería fantástico que quienes te rodean pensaran igualmente de forma positiva. Si te encuentras con "ya te lo había dicho que no podías hacerlo", es un buen indicativo de que vas por el buen camino. Ignora esos comentarios negativos y rodéate de personas positivas, que te animen a seguir, que sepan encontrar todo lo que nos aporta un fracaso para mejorar.

Por otro lado, una salud mental sana consiste en recordar los éxitos y darle la importancia que tienen los fracasos. En algunos casos, ninguna, en otros, imprescindibles.

Los pensamientos negativos se transmiten de generación en generación. Es importante que, si eres padre o madre, evites trasmitirlos a tus hijos, ya que tu misión como tal es ayudarles a vivir lo mejor posible.

 

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