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Con uno mismo - Con los demás - Secretos - El silencio
Comunicar no es
simplemente hablar sino también escuchar,
Cabe preguntarse si sabemos relacionarnos con nosotros mismos, si somos unos buenos compañeros de uno mismo, si somos un buen padre y una buena madre para con nosotros, si cuidamos, alimentamos y vestimos correctamente nuestro cuerpo, si le damos la actividad y el reposo necesario. Si enriquecemos nuestro espíritu, si le damos la cultura, arte, lectura, etc. necesarios para apreciar mejor el tiempo del encuentro. Cabe también preguntarse si sabemos darnos el tiempo y el espacio necesarios para recibirnos como al mejor amigo de nosotros mismos, si nos ofrecemos momentos agradables, de escucha, de humor, de complicidad. Todo esto puede parecer una apología del egoísmo, nada es menos cierto; cómo podemos recibir los demás si nos sentimos mal, si no nos soportamos, si no nos aceptamos. Qué podemos ofrecer a los demás, si no sabemos escucharnos, si no nos respetamos, si no nos amamos. Nuestro peor enemigo, como nuestro mejor amigo, somos nosotros mismos. Lo peor de la soledad es sentirse solo consigo mismo; no habitarse.
Todo esto hace que la mayoría de las veces no comprendemos exactamente el mensaje enviado por los demás; cuando no lo mal interpretamos. Y el otro, en todo esto, ¿cómo recibe nuestro mensaje y qué sentido da a lo que expresamos? Si como nosotros mismos, interpreta o modifica lo que le decimos. Todo lo que percibimos aquí y ahora en el instante mismo en que lo recibimos, puede cambiar de sentido en otro instante, intentemos no dejarnos encerrar en nuestras propias palabras, ni encerrar al otro en las suyas. Intentemos recibir, más que tomar, la expresión del otro sin prejuicios, intentando aclarar el máximo posible lo dicho por el otro; en el verdadero sentido que éste quiere darle. Reformulando y preguntando hasta haber comprendido. Lo que yo te digo es mi punto de vista, mi sentimiento, mi opinión aquí y ahora y me pertenece. Todo lo que tú me dices es tu opinión, tu sentimiento, tu punto de vista y te pertenece. Recibir al otro en su diferencia desde nuestra diferencia. Poner en común esta diferencia es justamente comunicar. Ser conscientes de esto, nos evitaría una cantidad de acaloramientos inútiles nada despreciables.
De hecho un secreto, que lleva implícito el hecho de guardar, se convierte en patológico cuando nos convertimos en esclavo de éste, cuando el secreto comienza a ocuparnos, alterando nuestro funcionamiento, devorando nuestra energía y agotándonos inútilmente. Los secretos de familia No siempre somos conscientes de los secretos. Los secretos de familia son los peores; los padres que guardan secretos, hechos tan importantes como la paternidad de los hijos, los hechos delictivos, etc., sin darse cuenta de que de todas formas los hijos sienten, en los silencios, en los gestos, en los comentarios, en las palabras no dichas o peor aún, en las evasivas, en la falta de afección, en las mentiras, el secreto indecible, vergonzoso…; generando una angustia indecible, haciéndose preguntas sin respuesta, privado de recursos. Los secretos de familia, que pueden ser bien intencionados; por ejemplo: no se le dirá que su padre está en la cárcel o que su padre no es su padre, o que su madre tiene un amante, o que es un hijo o hija adoptivo, todo esto con la intención de no hacerle daño, tendrán el mismo resultado. En la casa del ahorcado no se nombra la soga y la soga toma una importancia simbólica anormal e incomprensiblemente angustiante, de misterio y de problema que resolver. En cualquier caso, para romper estos círculos viciosos, bastaría simplemente decir el secreto a los hijos, lo antes posible un mes, un año, nunca es demasiado tarde, pero un secreto dicho ya no es un secreto.
Todo es comunicación El silencio puede ser una manera de comunicar, el cuerpo habla, los gestos o la mirada en ocasiones hablan más que las palabras, en todo caso mienten menos; es importante interrogarse sobre lo que nos inspiran los silencios, cómo percibimos en nuestro interior, los gestos, las miradas, los recuerdos. Los silencios pueden ser de una riqueza inesperada, nos ayuda a descubrirnos revelándonos un mundo de sensaciones al que no tenemos fácilmente acceso con la palabra, es el mundo de nuestras propias sensaciones, escuchar el silencio es escucharse. La bulimia sonora Hay muchas personas que no soportan el silencio, les da vértigo, les molesta. Son las personas que escuchan la radio, la tele, la música, o intentan ocuparse con algo, cualquier cosa, quedarse en silencio con sí mismo es doloroso, insoportable ¿tanto miedo nos damos? ¿Tan poco nos soportamos? Quedarse en silencio es acceder a sí mismo, es una buena manera de entrar en relación con ese desconocido que habita nuestro cuerpo; dejarle comunicar sus miedos, sus frustraciones, etc. Huir del silencio Si el silencio nos resulta insoportable e intentamos huir de él, no habremos resuelto los problemas internos y nos encontraremos permanentemente a su merced, necesitamos escucharnos para hacer frente a nuestros miedos, nuestros deseos, nuestras frustraciones, nuestros recuerdos por poco confesables que sean, lo que nos parece insoportable necesita escucha, reconciliación, comprensión. Uno no puede huir de sí mismo y aunque nos parezca doloroso es deseable abrir las ventanas de nuestro interior para que entre el sol definitivamente, hablarse o hablar, dar cauce a lo que retenemos, antes de que nos devore el interior. La única manera de resolver un problema es hacerle frente.
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