Crítica Social

 Suscríbete - Buscar - Contactar - Descargas

   
 


Página principal - Zona Activa - Frases célebres - Humor - Cocina - Diario Impersonal - El baúl de la sonrisa

 

Página Principal

Bienestar

Mansedumbre Social

BLOG: Diario Impersonal

Frases

Cocina

Galería de imágenes

Humor

Ocio

Contactar

 


"El hombre puede trepar hasta las cumbres más altas,
pero no puede vivir allí mucho tiempo." George Bernard Shaw

Cuaderno de apuntes

Servicio de vejación al cliente

Para sentirme como el tipo de la foto no necesito demasiado. Basta, por ejemplo, con volver a embalar un aparato que acabo de comprar: no consigo nunca que quepa en su caja original. A veces, incluso he saltado sobre ella para lograrlo (y calmar mi ira inminente). El ciudadano chino que lo embaló es una eminencia que puede resolver dos cubos de Rubik, uno en cada mano, en menos de un minuto y mientras se hace un sudoku.

También suelo tardar una media hora para entender, en los planos de un castillo, eso de "usted está aquí". Me miro a los pies cuando veo eso. Y debo poner cara de asno al intentar descifrar el camino a seguir para salir del laberinto.

Pero las veces en que me he sentido un burro integral, las veces en que he notado que todas mis células transformaban su ADN para adoptar la forma y funcionamiento de un magnífico ejemplar de burro, ha sido cuando me he visto obligado, sin otra opción menos traumática, a llamar a uno de esos números que comienzan con un 902, que te ponen música y anuncios, y que se autodenominan de "atención al cliente". Pago una larga llamada para salir como una moto. Y encima me ponen publicidad.

El otro día llamé a una agencia de transportes para saber cuándo me llegaría un paquete que estaba esperando. Al otro lado del 902 se puso una señorita que, de forma muy correcta, me preguntó "¿en qué puedo ayudarle?" con un tono que decía "a ver, atontado, ¿que cojones quieres a la hora del bocata?". Yo tenía la documentación del envío que constaba de un montón de números. Después del interrogatorio inicial me dijo "déme el número de referencia". Yo me puse a buscar ese número entre cientos de cifras. Pero, antes de conseguirlo, volvió a repetir la amable voz: "déme el número de referencia", con un tono que sugería "a ver, viejo chocho, podrías colgar, sentarte tranquilamente en tu roñoso butacón, ponerte las gafas de culo de botella, buscar ese número, apuntarlo en un cartón, y llamarme a última hora si es que te has enterado de algo".

Por supuesto, no me ayudó en absoluto. Podría haberme dicho "está arriba a la derecha debajo de la fecha". Pero no lo hizo para que yo pudiera demostrarme a mi mismo lo torpe que soy buscando un dato en un albarán.

De los servicios de atención al cliente he recibido de todo y en todos los tamaños y colores. Supongo que tú también. Una vez me discutieron mi nombre. Le estaba, ojo al dato, diciéndole a un desconocido mi nombre y me contestaba que no era correcto. Y duró la discusión lo suficiente como para que me dieran ganas de hacerle comer a semejante sujeto mi DNI, mi pasaporte, mi tarjeta de la seguridad social y el libro de familia. Al final la tangana concluyó y el muy iluminado no pudo atender mi solicitud porque yo no era yo, sino que era otro distinto a mí pero con mi misma identidad suplantada por mi yo. Y que si en su ordenador constaba que yo me llamaba Pepito, mi nombre era Pepito (nombre que usó a partir de ese momento para dirigirse a mi) y que el error estaba en mi. O algo parecido, pero tan bien explicado y tan contundente que, al final, tuve que pedir disculpas por haber nacido tonto y por no llamarme como les constaba a ellos.

Llamar a una compañía telefónica para solucionar el cobro de un servicio no prestado (otro caso que a mi también me ha ocurrido) es como intentar cruzar el desierto en patinete. "Pues aquí se ha generado una factura". Es imposible avanzar: la factura es el principio y el final del universo.

Mi experiencia en el uso y disfrute de los servicios de atención al cliente ha sido bastante inútil, una experiencia frustrante, un clamor en el desierto, una sesión estereofónica de cabezazos contra la pared, un auto maltrato, un cubazo de agua fría a media noche, unos pantalones tan ajustados que no me dejan parpadear, un castigo merecido por los pecados de mi vida, una inutilidad supina y lamentable, un laxante mental, un burlesco picor dónde no llego a rascar, una digestión de cuanto comí la semana pasada...

Si las empresas tomaran conciencia de ofrecer un trato correcto al cliente tal vez no deberían gastar tantos millones en publicidad y tal vez nos iría a todos mejor.

 


 

 

  Tal vez te interese
 
La autoestima
Estamos elaborando, poco a poco, un completo manual para fortalecer un aspecto fundamental para ser más feliz: la autoestima.
 
 


El funcionario

¿Mito o leyenda? ¿Es merecida la mala fama que tienen los funcionarios? ¿Te has sentido alguna vez maltratado por uno? ¿Este video es humor o realidad?

 


Respuestas a exámenes
Efectivamente, algunos niños merecen un cero patatero en la materia que han estudiado. Pero un 10 en imaginación. Son respuestas verídicas a exámenes.

 

 

 

 
 

 

 

 

 

Web hosting by Somee.com