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"Al parecer, la dignidad de la vida humana no estaba La ingenuidad y el ratón Estoy convencido de que todos, en el fondo (y no hace falta sumergirse mucho), somos unos ingenuos con disfraz. Algunos nos vestimos de Capitán Trueno, mientras que otros, de caperucita. Porque si no es así, si no es por la ingenuidad efervescente encerrada con el tapón social, no se explican ciertos fenómenos que ocurren cuando nos ponemos al mando del ratón del ordenador. Si un ratón se mueve con inocencia, no dudes que un gato estará al acecho y se lo comerá. Por mi profesión puedo asegurarte que, bien por despiste, bien por un momento de candor transitorio, la ingenuidad toma el control de la situación más veces de las que debería. En esta ocasión hablaremos del correo electrónico: Mensajes neutrales Son los mensajes que nos sentencian el futuro: "si no reenvías este email a 10 personas, te va a suceder una desgracia, mientras que si lo envías, vas a recibir una cantidad importante de dinero". Joder, eso da respeto. Por si acaso, tampoco cuesta tanto, lo reenvío, no vaya a ser que me explote el coche nada más darle al contacto. No obstante, ¿conoces a alguien que se haya hecho millonario reenviando este tipo de mensajes? ¿A que no? Si esto tuviera el más mínimo fundamento, llama ahora mismo a tu jefe y dile que mañana irá a trabajar Rita la cantaora en tu lugar. En el ejemplo anterior, sea por ingenuidad, sea por superstición, no hay daño para nadie, excepto el tiempo perdido de millones de personas intentando asegurar su futuro más inmediato.
Mensajes perjudiciales Pasemos al siguiente grado en la escala de peligrosidad. A menudo se reciben correos electrónicos con el aviso de que se nos ha cargado 3.000 euros en la tarjeta de crédito. Otros mensajes nos dicen que tenemos que ir a buscar un paquete a UPS o a la oficina de correos. Algunos, que ha habido un intento de fraude en nuestra cuenta corriente y que debemos cambiar inmediatamente las contraseñas. Y otros nos comunican que tenemos una deuda. Vemos que "el gato" juega con el mismo cebo para pillar al ratón: el miedo. El miedo aturde ligeramente la razón. Y, a veces, abrimos la boca para tragarnos el cebo, el anzuelo y la caña entera. Veamos, si el servicio de correos no ha podido entregarnos un mensaje, ¿sabe nuestro correo electrónico? ¿Desde cuándo actúa correos con tanta amabilidad? ¿Sabe UPS nuestro email? ¿Y el banco? En estos casos, habría que seguir un pequeño protocolo basado en unas sencillas preguntas:
Mensajes peligrosos En ocasiones, los mensajes no contienen ningún virus. Un desconocido está preocupado por nuestra situación y está empeñado en que nos hagamos altos, guapos y millonarios (como Cristiano, aunque no tanto). Se nos ofrece una oportunidad única con la que podremos ganar euros a raudales. Somos los elegidos. Un completo desconocido ha pensado en mí, precisamente en mí, ¡que majo él! El caso más conocido es la llamada estafa nigeriana. Se recibe un correo en el que la hija de un alto dignatario dispone de una insultante suma de dinero que tiene que sacar del país con urgencia. El correo puede contener una narración semejante a un conmovedor culebrón televisivo, aunque mal redactado y con pésima ortografía. Si se contesta el mensaje, la víctima será sometida a una intensa presión emocional. Al final, deberá enviar cierta cantidad de dinero en concepto de gastos por trámites, o incluso se le invitará a ir a un lejano país, en el que suele esperarle un secuestro o incluso algo peor. Activar el sentido común Como en todo, el sentido común debería estar presente en nuestros actos. Nadie regala nada, nadie vende su barita mágica ni nadie propaga una forma eficaz de ganar dinero. En resumen, evitar (borrar) todo lo que se escape de la lógica. Y más, cuando venga de un desconocido. Como complemento, se sugiere un buen antivirus.
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