La ley de Murphy se cumple incluso
para quien intenta modificar sus estatutos. Alguien
llegó a estas páginas y sentenció: “si te piden que
inventes un Murphy, no se te ocurrirá nada”.
Y es así de sencillo: cuando tienes
ocasión de escribirlos, tu mente se queda en blanco; y
cuando se te ocurren a patadas, no tienes con qué
escribirlas y se desvanecen con la brisa.
Para la creación de una nueva ley
no hace falta echar mano de la inspiración. Basta con
estar atento y observar las cosas que van ocurriendo a
lo largo de la jornada. Y contar con una técnica de
captura. Hoy es más fácil que nunca.
Si te das cuenta, las páginas de
Internet con más leyes de Murphy son las creadas por
electrónicos o informáticos. Y es que es fácil que algo
te salga al revés de lo que esperas
y que todo se complique de tal manera que no sepas por
donde salir ni te acuerdes por donde has entrado.
El revolucionario método que estás
a punto de descubrir no sólo sirve para que ninguna de
las leyes que se te vayan ocurriendo se te escape, sino
para cosas incluso más importantes en esta vida. Sirve
el procedimiento para que las ideas que se te ocurran no
se disipen, sino que fructifiquen y te ayuden a mejorar,
bien la calidad de vida, bien la cantidad y calidad de
tu trabajo. O para perfilar un
proyecto con mayor profundidad.
Pasamos a contarte, paso a paso,
uno de los secretos jamás desvelados hasta el momento.
Pero te rogamos que no se lo cuentes
a nadie.
Método clásico
Consiste en dotarse de dos
elementos esenciales, de tal modo que siempre, en
cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia, puedas
activar sus funciones.
El primero, y más importante, es un
pedazo de papel. No importa el formato: puede ser un
simple trozo de una hoja, una libreta, un rollo de
cocina, una tira, un cartón, etc.
El segundo elemento, complementario
al anterior, como se verá más
adelante, es algo que permita escribir sobre el papel:
una pluma de pollo (con tinta), un lápiz, un boli, una
tiza, una estilográfica…
Este sistema consiste en observar,
estar atento, utilizar la imaginación a lo que pasa, a
lo pudiera pasar o a lo que podía haber pasado; anotar
las contrariedades que se van presentando, los
obstáculos que van surgiendo, escuchar
(la radio, la tele, los amigos, los jefes...) con
escepticismo los consejos que te van dando y, en fin,
ser consciente de que es más importante que las ideas se
anoten que la propia ocurrencia. Porque si no se anotan,
se almacenan en un baúl de los recuerdos que nunca te
acordarás de abrir.
Método sofisticado
La vida moderna ofrece situaciones
en las que un papel y un boli no sirven para nada. Se te
ocurre una genialidad y, aún teniéndolos a mano, no es
posible su utilización.
Es por ello que hay que adaptarse a
los nuevos tiempos para que nada pueda afectar a los
resultados.
Por ejemplo, algunos nos pasamos
buena parte de nuestro tiempo sentados plácidamente
conduciendo el coche que nos lleva al trabajo. O incluso
más tiempo porque el coche forma parte de él. Si, por
ejemplo, nos acaban de poner una multa por pasarnos dos
minutos aparcando en la zona azul, y luego vemos como un
conductor se pasa todas las líneas continuas
habidas y por haber, la inspiración sobre una ley acude
de inmediato.
Por suerte, hay métodos para que
quede plasmada. Basta utilizar las nuevas tecnologías.
Las agendas electrónicas, las minúsculas grabadoras,
incluso un móvil, pueden servir para grabar tanto esas
leyes como esas ideas que se nos van ocurriendo sobre el
complejo proyecto que tenemos entre manos.
Eso sí: la ayuda tecnológica debe
contar con una extremada facilidad para su puesta en
marcha. Con apretar un botón debe bastar. Más allá puede
resultar peligroso y es mejor olvidarse de todo cuanto
pase por nuestra mente que arriesgar la seguridad.
Por tanto, y resumiendo, si se te
ocurre algo brillante, grábalo o escríbelo y guárdalo
donde puedas leerlo con facilidad. Te sorprenderás de la
cantidad de cosas que se te ocurren por poco que lo
intentes.
Y luego, acude aquí
y compártelas. Te esperamos.
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