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Gestionando las preocupaciones

Cuando las cosas se ponen feas, aparece la preocupación, el miedo, la incertidumbre, la certeza de que una situación sin salida nos persigue día y noche y nos está acorralando por momentos. El organismo también se ve afectado: problemas digestivos, sudor frío, palpitaciones, sueño de mala calidad, y bajo rendimiento, entre lo más habitual.

Con la debilidad en el cuerpo, todo aparece como imposible de resolver. Enfrentarse a la jornada que empieza da miedo. La preocupación no ayuda sino más bien al contrario: es un aliado de nuestros problemas, es un enemigo más y, seguramente, el más peligroso y eficaz de todos ellos.

El primer objetivo, cuando la preocupación está acabando con nosotros, es sacársela de encima. Eso no es fácil, pero es imprescindible al menos paliar sus efectos.

Analizar la situación. Papel en mano, de la forma más relajada posible, habrá que analizar las causas que nos aportan (o pueden aportar, o creemos que pueden aportar) problemas. Un problema bien planteado suele llevarnos directamente a la solución.

Aceptar la peor de las consecuencias posibles. Ni nos van a apalear, ni a torturar, al menos a la mayoría de los que componemos la civilización occidental (aunque siempre hay excepciones, desgraciadamente). Cuando surge una situación que nos amenaza, caben varias consecuencias. De entrada, aceptemos la peor de ellas como segura. Si somos capaces de aceptarla, el equilibrio emocional irá restableciéndose poco a poco. Nada es permanente. Negarse a los cambios es ir contra la naturaleza.

El Plan B. Muchas preocupaciones son generadas por darle vueltas a posibilidades que nunca se harán realidad. Aún así, tracemos un Plan B por si nuestros peores augurios se cumplen. Si se ha llegado a lo peor, solo cabe una posibilidad: mejorar. Partiendo de la peor circunstancia calculada, ¿qué se puede hacer? Seguro que mucho. Las posibilidades irán saliendo poco a poco y habrá que añadirlas a ese plan que nos aportará tranquilidad.

Ya tenemos una solución, tal vez varias. Luego, ya no hay motivos para preocuparnos. Y si durante el proceso practicas alguna técnica de relajación o meditación, mucho mejor.

 

 

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