Los pensamientos obsesivos Lo que coloquialmente se denomina "comedura de coco" no hace otra cosa que consumir poco a poco el bienestar. Por tanto, deberíamos proponernos, en el caso de detectar que algo nos castiga más de lo deseado, ponerle remedio. Evidentemente, lo más efectivo es que, si se trata de un problema, lo solucionemos tan pronto como nos sea posible. Pero no siempre está en nuestras manos. Por ejemplo, imagínate que tu jefe te ha comunicado que quiere hablar contigo la próxima semana. Si no te ha dicho de qué se trata, tu pensamiento se pone a funcionar (tal vez es lo que tu jefe pretende). Y lo hace, por lo general, de la manera más negativa posible, interfiriendo al plácido sueño y a la concentración. En este ejemplo, como en tantos muchos, tú no puedes hacer nada sino esperar. Es un problema que no puedes solucionar. Es más, quizás no sea ningún problema nunca, pero la sola posibilidad de que lo sea, y de que sea grande (a lo mejor te despide), ya causa un problema por la incertidumbre en la que te has sumido. No sirve de nada permitir que tus pensamientos te maltraten, sobre todo si no hay motivo. Lo que tenga que venir, ya llegará. Pero mientras, tienes la obligación de cuidarte y pasártelo bien. Ordénale que se vaya. En primer lugar, cuando aparece la "comida de tarro" dile con energía: "vete de mi, bicho". Es decir, proponte enérgicamente que no permitirás que tu mismo te tortures sin piedad. Sustituir el pensamiento. Es evidente que si estás concentrado en algo, es imposible dejar entrada a otro pensamiento. Por ejemplo, intenta multiplicar 745689 x 8 y, al mismo tiempo, dejar de respirar contando los segundos que aguantas. Verás que no puedes. Por ello, puedes ponerte a pensar en algo agradable, como por ejemplo como tendría que ser tu casa ideal, con todo lujo de detalles. O imaginas un viaje excepcional. Cualquier cosa que ocupe tu pensamiento es válido mientras te resulte grato. Y distráete tanto como puedas: sal a dar un paseo, al cine, a fotografiar la playa, a tomar un café con los amigos... Aprende a relajarte. La relajación te obliga a concentrarte en el estado de tensión de tus músculos y a controlar la respiración. Si dominas la técnica, te aportará tranquilidad. Cuando hayas alcanzado un estado óptimo de relajación, tienes la opción de imaginarte en situaciones agradables, ya sean alcanzables, ya disparatadas. Nada te impide convertirte en gaviota un rato y en delfín otro. O pasártelo bien en ese crucero que siempre has deseado. Al final, cuanto más tiempo consigas permanecer inmunizado de pensamientos que te corroen, más tiempo de bienestar estarás disfrutando. |