Cuaderno de apuntes
27-04-2008

El manipulador y la desvalorización

En el fondo todos somos algo manipuladores. Seguro que alguna vez hemos exagerado un esfuerzo para que a alguien se le ocurra considerarnos el héroe de su película favorita, o mostrar más síntomas de los que hay en un malestar, con tal de acaparar los mimos de alguien.

Por otro lado, todos hablamos más de la cuenta: cuando algo no nos gusta o no se hace del modo que queremos que se haga, saltamos con comentarios que suelen herir al interlocutor de turno. Esto lo vimos en el apunte sobre la crítica, acción ésta que a veces sólo sale porque somos más bocazas de la cuenta.

Pero hoy hablamos del manipulador consciente, el que usa la mala intención para mantener un dominio sobre otra persona, creando una falsa superioridad que sólo tiene como fundamento una también falsa inferioridad de la persona manipulada. Se deduce que el manipulador se siente inferior a su víctima.

Para ello, para desestabilizar y crear un dominio que se sustenta en el desquicio, puede valerse de algunas variantes que, todas ellas, tienen un objetivo en común: romper la confianza en si mismo de la víctima y debilitarla tanto como sea posible. Veamos:

Crítica directa. La persona manipulada es blanco de los continuos ataques del manipulador. Ve defectos donde no los hay (una mujer realmente atractiva es descrita como una buscona), los errores detectados en ésta le son reprochados a la menor oportunidad, se hacen comparaciones despectivas (en ti no veo a una persona sino al borracho del quinto: no se os distinguiría si os pusieseis juntos), etc. Todo ello mina la seguridad de la persona que recibe las críticas hasta el punto de que acaba sometiéndose sin resistencia y siendo incapaz de tomar la más mínima decisión por su cuenta. Y dudando de su propia sombra.

El manipulador despectivo no es consciente del daño que puede hacer, sobretodo en los niños, cuya mentalidad suele quedar marcada para el resto de su vida. Su actuación, la del niño, se verá acompañada por la inseguridad.

La perfección. El manipulador puede sentarse frente a la perfección reencarnada en humano y, si no encuentra ningún error, se lo inventará y se lo recordará regularmente con tal de hacerle llegar el mensaje de que no es, ni será nunca, algo siquiera remotamente aceptable. El manipulador se concentrará en los errores más banales y pasará por alto toda suerte de méritos, esfuerzos y sacrificios.

Las sentencias. El manipulador desvalorizador es una excelente base de datos con patas cuyo contenido usará a su conveniencia de la forma lo más contundentemente posible. Si le irrita que su pareja salga los sábados por la mañana a hacer deporte, es capaz de soltar un "quien se fue a Sevilla...", seguido de un "quien avisa no es traidor". Usa refranes y proverbios a su antojo según le convenga. Si le interesa desanimar a quien se esfuerza por conseguir algo, le dirá "no por mucho madrugar, amanece más temprano", pero si le molesta que su esposa disfrute el domingo de la cama, utilizará el refrán contrario ("a quien madruga..."). El caso es hacer sentir a su pareja que está haciendo lo indebido. Refranes, dichos y frases puede inventárselas sobre la marcha.

La ironía. No es lo mismo el humor que la ironía. El humor pretende hacer pasar un rato divertido al interlocutor. La ironía, la que apunta hacia éste, hiere. Pero el manipulador aún se guardará el ataque de "no tienes sentido del humor" si observa que el otro se ha ofendido. Falso.

Con la ironía es fácil desvalorizar y ridiculizar. Recordemos que todas estas formas de manipulación pretenden el único fin de romper la confianza del manipulado. Así, cuando nos dejen probar un nuevo coche de un amigo, podemos decirle que instalándole unos pedales quizás correría más. Nos estaríamos riendo de su nueva adquisición y de no saber elegir correctamente, es decir, lo trataríamos más o menos de tonto.

El conocimiento puntual. El manipulador sabe usar la experiencia, un conocimiento o un dato puntual para ridiculizar a quien pretende dejar en evidencia ante los demás. Aunque este requisito es más impactante, no es imprescindible.

Si un recién llegado a una empresa sugiere archivar los documentos de un modo más eficiente, el manipulador, valiéndose de su experiencia en ella, le contestará "no pretenderás enseñarme a llevar esta empresa". Con ello menosprecia no sólo a quien ha ofertado una nueva posibilidad sino a la propia empresa al no intentar mejorar su rendimiento. Pero ha hecho sentir inferior al recién llegado, que es de lo que se trata, y comprobar el poder de su falsa superioridad.

El conocimiento también puede ser usado para menospreciar a la persona objeto de la manipulación. El nuevo camarero se dirige al cliente para preguntarle lo que va a tomar. Un camarero veterano viene detrás con una cerveza y unas aceitunas. Un conocimiento, sin mérito alguno, es usado para menguar la confianza del recién incorporado.

Otro modo de emplear el conocimiento puntual, y casi siempre casual, es empezar con un "como todo el mundo sabe..." y luego añadir algo muy particular, que casi nadie sabe a menos que casualmente haya leído el mismo periódico que el manipulador. Empezar así una frase comunica que todos deberían saber lo que sigue. No tiene carácter informativo sino que sirve para tildar de ignorante a la audiencia y de hacerle saber que está ante un ser supremo.

Otras formas de desvalorización. Con lo que hemos visto no se acaba el abanico de posibilidades que tiene un manipulador para intentar hacernos sentir seres inferiores. Por ejemplo, puede tratarnos con indiferencia, mirar a otro lado cuando le hablamos, hacer preguntas que sabe que no se pueden contestar de inmediato, etc.

¿Somos unos manipuladores? Lo descrito arriba no es algo extraño para nadie. Es posible que parte de este comportamiento sea usado por ti, o por mi. Estaría muy bien comprobar nuestro comportamiento, sobre todo cuando los demás no hacen lo que nosotros queremos que hagan, ¿cómo se atreverán a decidir por sí mismos lo que quieren hacer sin pedirnos permiso? Si este comportamiento se dirige a nuestros seres más queridos tal vez debamos poner aquí aquella famosa frase de Molière: "Si ésta es vuestra forma de amar, os ruego que me odiéis." (¡Ostras!, ¿te estaré manipulando?)

 

 

 

 

 

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