Criticar No conozco a nadie que irradie felicidad cuando recibe una crítica. Nos cuesta incluso encajar que alguien nos diga como tenemos que hacer las cosas. Y menos que somos esto o aquello. Por el contrario, nos sentimos bien cuando alguien aprecia lo que hemos hecho, o cuando nos cuentan lo tanto que gusta nuestra natural forma de ser. Es algo que viene de serie con el ser humano. Cuando hacer una crítica Sintetizando, cuando sirva para mejorar a una persona o situación. Un caso podría ser que fueras el responsable de los camareros de un restaurante y que hay uno que no deja de meterse el dedo en la nariz, rascarse el pelo y tocarse sus partes más íntimas. Evidentemente habrá que comunicarle al susodicho que esas cosas no se hacen delante de los comensales. Cuando se detecta un error o una conducta que perjudica (o impide mejorar) a un individuo o a todo el grupo, es necesario hablarlo y explicar los motivos por los que debe producirse un cambio inmediato. Cuando no hacer una crítica Diríamos que cuando no sirve para nada. Cuando no se ofrece una solución alternativa a lo que vemos mal. Las críticas siempre hacen sentir mal y crean aversión hacia el que las emite. Son desagradables en proporción a su frecuencia. Imaginemos que hemos invitado a un amigo a un viaje y se pasa todo el tiempo criticando lo tarde que ha salido el avión, el mal servicio del hotel, las curvas de la carretera, etc. Seguramente, para el próximo viaje pensaremos o bien ir solos o bien seleccionar mejor a nuestro acompañante. Este tipo de críticas, inútiles a todas luces, solo consiguen la misma sensación que tener a una mosca cojonera (con perdón) como mascota inseparable. Por supuesto, nunca debe hacerse con la intención de humillar, atacar la autoestima o, simplemente, como único objetivo de hacer sentir mal al receptor de nuestros comentarios. Por ejemplo, pongamos que el cuñado se compra un coche nuevo. Sin embargo, es de categoría inferior al nuestro. Con toda la ilusión del mundo nos lo deja probar. Si le decimos que parece que tiene poco motor o le resaltamos lo incómodo que es conducirlo, y que dónde está el cargador de cd's, lo más probable es que, si entrar en el cielo dependiera de él, seguramente acabaríamos en el purgatorio. Por otro lado, suele ocurrir que donde las dan, las toman. Así que, por nuestro propio interés, lo más adecuado es mantener el pico cerrado cuando veamos esos imperdonables defectos. Deberíamos probar a resaltar las cosas buenas que percibamos. Cómo NO criticar Cuando se discute la forma de hacer algo, nunca debe calificarse a la persona. Se califica el hecho en sí, nada más. Juzgar a la persona es algo a lo que no se debería tener derecho porque, entre otras cosas, hay que estar muy documentado para hacerlo. Por supuesto, el insulto debe quedar fuera de toda crítica, porque siempre hace daño, aunque a veces tengamos la sensación de que no es así. El absolutismo no es un buen camino para comunicar algo que nos parece mal. Por ejemplo, las expresiones "siempre..", "nunca...", "es que tu eres..." "tu no eres..." son términos que parecen pertenecer a algo que no poseemos: la verdad absoluta. No dejar hablar tampoco es el mejor sistema para que el otro comprenda lo que queramos comunicarle, entre otras cosas porque cabe la posibilidad de que quien esté equivocado no sea el otro sino uno mismo. Fijarse sólo en los defectos es algo tan habitual como contraproducente. Ya que estamos comentando algo que se ha hecho, lo más seguro es que se haya hecho algo bien. Y resaltarlo lima asperezas y predispone a la colaboración. Tampoco es adecuado utilizar el sarcasmo, la ironía y, menos aún, la burla. La comunicación no verbal puede comunicar más que las palabras. Mirar con desprecio, o no mirar, la sonrisa burlesca, la postura, los gestos que indican asombro por lo tonto que es lo que se escucha, etc., puede provocar una reacción aún más negativa que una crítica nada elaborada. Cómo criticar Cuando algún comportamiento o una acción puedan mejorarse, incluso cuando creamos seriamente que una persona pueda evolucionar si adopta un cambio, es cuando aparece lo que se denomina crítica constructiva. Siempre se basa en el respeto y en evitar la humillación o poner en ridículo al criticado. La buena crítica siempre aporta algo. Si no aportamos nada, somos parte del problema. Como decíamos, la buena crítica, que es la única que debe hacerse, se basa en argumentos que deben ser razonados con el interlocutor, el cual puede aportar parte de la solución si tenemos el detalle poco habitual de escuchar. Conclusión El hecho de que practicar la crítica a discreción y sin aportar nada parezca el deporte nacional de nuestros políticos y de los tertulianos de la tele, no significa que sea la mejor manera de convivencia. Ser criticado sienta mal y provoca una reacción. Apreciar lo bien hecho, de forma sincera, tiene mejores resultados. Probémoslo aún tan solo por curiosidad. Luego podemos comentarnos como ha ido. |