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Un "te quiero" explosivo

Los "te quiero" suelen echarse mucho de menos en la vida cotidiana; deberían ser más eso: más cotidianos. Pero no es así, da como cosa, como si temiéramos que se nos notara que se nos pone en un aprieto. Cuando se nos pregunta por como son de grandes y sólidos nuestros sentimientos, se piensa más en salir de la situación que en la respuesta. Bien es verdad que a veces se descubre que a una persona se la quiere más de lo que se había calculado.

No vamos a decir que no hay que decir nunca "te quiero". Pero cada cual es como es y los hechos hablan por sí solos. Pero algunas veces habría que aplicar el refrán del perro ladrador, que es poco mordedor. Porque el amor no sólo se escribe con palabras. Y podríamos, antes de quejarnos, aprender a leer de otra manera.

Pero hoy no vamos a tratar de esos "te quiero" que se omiten, a saber por qué razón, y se escabullen por sistema. Vamos a hablar de todo lo contrario.

Son esos "te quiero" equivocados, que salen del alma y van directos hacia la persona que nos guarda una indiferencia supina. O, viceversa, esos que nos llegan con amor y que respondemos, en el mejor de los casos, con compasión, o, en el resto de casos, con un alarde de superioridad y poder.

Si somos nosotros quien emitimos una declaración desafortunada, y constatamos que somos unos expertos en la artesanía del ridículo, imploraremos para que la tierra nos trague cada vez que se nos aparezca el sujeto pasivo. Éste aún se estará partiendo el pecho con nuestro streaptease mental, no sin antes haber contado la anécdota a medio pueblo.

Su mirada compasiva, se nos clavará en las entrañas. Y cualquier relación futura, ya sea de amistad, trabajo, o social, se desarrollará bajo la sombra protectora de un dios que nunca nos aceptará en su paraíso. Es como bailar desnudo con quien viste de etiqueta.

Pero si somos los receptores de una confesión tan íntima, la cosa puede ser igualmente embarazosa. Cuando la sola posibilidad de relación nos provoca sarpullidos en la piel, haremos todo lo posible por evitar toparnos con el iluso que pretendía hacerse un hueco en nuestro corazoncito. El rechazo, o la no aceptación, actuará como un muro que se pondrá en medio de cualquier acto cotidiano que antes enriquecía la relación. Ya nada será lo mismo.

Sólo apuntar que las situaciones hacen surgir unos "te quiero" más espontáneos, más naturales y con muy pocas posibilidades de fallar respecto a esos que son planificados después de mucho tiempo imaginando cosas que, tal vez, nunca se harán realidad.

 

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