Cuaderno de apuntes
13-04-2008

La sospecha (I)

Sospechar es, por definición, creer, suponer o imaginar un hecho a partir de un indicio, de una pista. También es la situación que nos lleva a desconfiar de alguien, suponer que está actuando o puede actuar con el objetivo de hacernos daño. Con la sospecha nace la duda, una serie de incógnitas que hay que resolver de inmediato.

El indicio, que es el punto de partida de la sospecha, puede venir de otro hecho (un perfume impregnado en una camisa), la evolución de unos acontecimientos (demasiadas reuniones del director con el jefe de personal traen malos augurios), o un simple comentario pronunciado a veces con buena intención, otras todo lo contrario.

Se puede sospechar algo agradable, como que nos van a premiar con un viaje por el esfuerzo de todo un año. Pero lo más habitual es que las sospechas provoquen temores que amenazan con cumplirse.

Cuando esto ocurre, cuando la duda, la desconfianza y el temor se han instalado en nosotros, la mente comienza, una tras otra, sus sesiones de castigo. El pensamiento va y viene solapando una batería de posibilidades, tanto reales como no, pero que ninguna nos conviene. Efectos secundarios como el nerviosismo, el insomnio y el aumento de suspicacia, aparecen de inmediato.

El caso es que una sospecha y todas sus consecuencias pueden nacer muy fácilmente: detectar un intercambio de sonrisas y miradas puede ser el indicio de que la relación entre dos personas es más profunda de lo que se había supuesto. Sin embargo, eliminar las dudas no siempre es fácil ni posible. ¿Cómo puede demostrar alguien que no está haciendo lo que la interpretación de quien sospecha está apuntando?

Es necesario resolver las dudas lo más rápido posible. La incertidumbre provoca un malestar que puede afectar a nuestras relaciones y, al final, a la propia salud. Las dudas sobre la fidelidad de la pareja provocan celos, y éstos pueden acabar con una relación y con un estilo de vida agradables. Unas simples suposiciones no deberían tener tanto poder. El caso es que el temor de que algo suceda suele conllevar su propio autocumplimiento.

Las dudas, la pérdida de confianza, la sospecha de algo negativo, puede nacer de uno mismo, de unos indicios mal interpretados. Si ella lleva una semana sin chatear conmigo deduzco que está chateando con otro. Parece que nos complace concentrarnos en la peor de las posibilidades que en el resto. Una simple gripe, un exceso de estrés o un trabajo imprevisto, por poner unos pocos ejemplos, ni siquiera merecen la oportunidad de ser contemplados.

En la vertiente pasiva, la sospecha puede tener efectos devastadores. Quien ha sido acusado de acoso sexual ya queda marcado para siempre, aún sin pruebas. Porque, por lo general, al contrario de lo que marca la ley, se es culpable hasta que se demuestra lo contrario.

Por ahora lo dejamos aquí. Más adelante veremos la sutileza con que los manipuladores utilizan la siembra de sospechas para conseguir sus objetivos.

 

 

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