Saber decir NO (I) Hay veces en las que no resulta fácil decir no a quien nos pide algo que va en contra de nuestros propios intereses, que nos perjudica o que, sencillamente, nos elimina la libertad de elegir lo que más nos gusta. Muchas veces nos negamos por miedo: - Miedo a que piensen que somos egoístas, malvados, inhumanos... - Miedo a causar daño y sufrimiento, es decir podemos herir con nuestra negativa. - Miedo a perder una relación o un puesto de trabajo. Miedo a perder algo importante para nosotros y, en definitiva, miedo a las represalias de nuestra forma de actuar. - Miedo a crear un conflicto. - Miedo a dejar de ser apreciados. El miedo que sentimos aquí viene provocado por la anticipación de un riesgo que no es, al menos todavía, real. Debemos pensar en cuales son las probabilidades de que nuestra predicción se materialice. Pensamientos como: "si le digo que no, pensará que soy una egoísta", "si me niego a hacerle este favor otro día no podré pedirle nada, o me puteará". Al sentir miedo a que alguna de nuestras predicciones sucedan creamos una realidad imaginaria, inventada, pero que el pensamiento la hace real. El efecto que conseguimos es el bloqueo del pensamiento, nuestro cerebro se bloquea para evitar cualquier consecuencia nefasta que nosotros hemos imaginado. Muchas veces tenemos la creencia de que negarnos a seguir con un favor que hacemos desde hace tiempo puede producir un desenlace fatal. Veamos un ejemplo: una mujer le pide a su amiga si puede ir a buscar a su hija al colegio. En principio ésta no tiene ningún inconveniente en hacerlo. Pero cuando esa costumbre se convierte en una carga porque le impide hacer otras cosas, se contempla la posibilidad de dejar de hacerlo. Pero antes hay que comunicarlo. Y cuesta hacerlo porque existe la posibilidad de que se enfade. Pero analicemos un poco. Imagínate que tú le explicas a tu amiga que te encantaría apuntarte a yoga, que te sabe mal pero que, al menos los martes y los jueves, no podrás ir a buscar a su hija al colegio. Si tu amiga se enfada significa que no le interesan tus problemas, que no los toma en consideración y que, resumiendo, no te respeta. Únicamente le interesa que alguien vaya a buscar a su hija. Es más que probable que incluso acabes sintiéndote culpable de los graves inconvenientes que la decisión de practicar yoga pueda causarle a tu amiga. Tal vez le suponga un coste económico que no puede permitirse, tal vez le obligue a un cambio radical de horarios o la adquisición de un vehículo (por ejemplo). Al final, tu amiga no se acordará de las cientos de veces que has ido a buscar a su hija, del beneficio que le has regalado durante tanto tiempo sin esperar nada a cambio, sino que te verá como una enemiga radical que la está perjudicando con su actitud egoísta. Esto es una trampa en la que no debemos caer porque cada uno nace libre y responsable de sus actos y el hecho de que tu amiga haya tenido una hija es algo en lo que no has intervenido. ¿Es eso amistad? ¿Qué pierdes? ¿Qué riesgo tienes?
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