Cuaderno de apuntes - Página principal Querido quejica: Antes de nada, mi enhorabuena por la organización de tu club: el club de los quejicas. Porque alguno de vuestros miembros está siempre presente en cualquier acto al que asisto. Tanto si se trata de un viaje, una cena, una excursión, una reunión, un trabajo en equipo, o una comida en el campo, allí siempre estás tú o alguien que te sustituye con eficacia. Te felicito también por tu habilidad en encontrar el motivo de tu queja, confesándote que yo no estoy dotado de tanta lucidez. Cuando pides entrecot a las dos pimientas, tus lloriqueos y gemidos surgen por la poca calidad de una de las dos pimientas y por la excesiva cantidad de la otra. Y en un buffet libre, con cientos de platos a tu disposición, te obsesionas con el que se ha terminado, y te plantas ante el cocinero exigiéndole que salga a cazar un conejo él mismo si conviene. Aunque me pase un día entero preparando la comida, nunca consigo evitar tus protestas: el vino no pega con la carne, el pimiento te repite toda la tarde, está algo frío o me he pasado con el punto de sal. ¿Sabes que te voy a poner la próxima vez que vengas? ¡Mierda!, si, tal como suena: un gran plato lleno de una gran mierda para que así, al menos, te deleites a tus anchas con lo único que sabes hacer: quejarte. A ver que dices, a ver si la encuentras sosa, salada, clara o espesa. Y, de paso, me ahorro mis inútiles esfuerzos por satisfacerte alguna vez. Dimito, lo dejo. Me tienes contento, quejica; siempre encuentras la tripa que te duele. Si no hace frío, hace calor. Si la temperatura es de tu agrado, te entra hambre y tenemos que cambiar el trayecto con tal de que te calles. Subes la escalera del autobús lamentándote de que no hay lavabo, bajas mareado, acabas desilusionado del lugar, y me pones la cabeza como un bombo. Yo, aunque no te lo creas, a veces también tengo frío, otras encuentro la carne dura, tampoco me hace feliz que el tren llegue con media hora de retraso, ni si me veo envuelto en un atasco. Pero cuando vienes tú, además de soportar lo que toca, tengo que aguantar tus gimoteos, tus lamentos y tus pataleos de nenaza consentida. Y cuando no hay problema, el problema eres tú. Ya que no haces nada para que el tren venga antes o el sol caliente menos, podrías callarte y dejar de dar el coñazo; sería todo más llevadero, no sé si me explico. Por cierto, ya me has cansado. Tampoco sé si lo has notado. |