Cuaderno de apuntes - Página principal Posponer Una costumbre muy arraigada, en la humanidad entera, es dejar para otro día aquellas tareas que no nos reportan un placer inmediato. De las que nos causan verdadero fastidio, ya ni se contempla la posibilidad de hacerlas ¡hoy! Realmente hay cosas que suponen un engorro. El trastero parece el camarote de los hermanos Marx y, sin embargo, seguimos metiendo las cosas que ya nos hacen caer en el comedor. Si no somos capaces de llevar directamente a la planta de reciclaje (ya lo haremos otro día) lo que jamás utilizaremos, ponernos a ordenar el trastero ni se nos ocurre. Sin embargo, hay temas que requieren hacerse, que están ahí, como satélites de nuestra cabeza diciéndonos "no te escaparás, vas a tener que prestarme atención, tiempo, paciencia, te vas a poner de mala leche...". Y el pensamiento se ocupa de esos temas pendientes sin hacer nada más. Con lo bien que se está en el sofá viendo una película, palomitas en mano y la cervecita fresca... Aún así, con la película favorita en marcha, la tarea viene y va: hay que hacer la declaración de renta y todavía no he ido a buscar el certificado de lo que he ganado. Ponerse a hacerla es como una pequeña tortura, una condena que te encierra sin poder disfrutar de tu libertad de hacer las cosas que quieres, o, incluso, de no hacer absolutamente nada, viendo consumir las horas plácidamente, viendo alejarse la amenaza de las consecuencias de no hacer lo que es conveniente, viendo volver a nosotros esa amenaza. En general, se pasa peor pensado en hacer esas cosas que haciéndolas; se genera estrés, se pierde la tranquilidad, aparecen incertidumbres que se multiplican entre sí. Una vez puestos, la cosa no es tan grave como habíamos imaginado, se avanza rápidamente, se disfruta incluso, te puede enganchar. Un buen ejemplo es el de cuadrar un balance contable: se suda simplemente de pensarlo, pero cuando has entrado en acción, se disfruta atando los cabos que estaban sueltos y descubriendo aquello que permanecía escondido. Una vez zanjado el asunto, se saborea un tiempo de satisfacción: esa cervecita está más fresca y mas buena que nunca. Posponer algo que tiene que hacerse obligatoriamente consume más energías que hacerlo tan pronto como sea posible. Un buen sistema es planificarse cuando se tiene que hacer. La mente descansa porque sabe que tal día se invertirá en sacarse un peso de encima. Y si esa tarea puede dividirse en tareas menores, será más digerible. Lo importante es marcarse unos plazos y cumplirlos. ¡Fuera problemas! |