Cuaderno de apuntes El perdón Siempre me pareció extraño eso del perdón, (perdonadme, os perdono), como si el perdón se dirigiese al otro, al que nos ha ofendido o dañado ¿Qué pasaría si el perdonado no supiese que lo perdonamos? ¿Nuestro perdón sería estéril? Por supuesto que no. El perdón es un acto inteligente, es la victoria de la inteligencia sobre el instinto. Curiosamente muchas personas ignoran el daño que nos han hecho, y es que nuestro dolor es nuestro, nos pertenece. Bien mirado hasta es posible que nos lo hayamos fabricado nosotros mismos. Con el odio, el más dañado es el que lo experimenta, por eso el odio es tan contraproducente. El perdón es, ante todo, para uno mismo. Cuando perdonamos, lo hacemos en nuestro interior; yo te perdono en mi interior, de paso abandono mi rencor hacia ti, y ya no tengo ese desagradable sentimiento de odio que me estaba corroyendo. Perdonamos ahora mismo a nuestros enemigos. Como nuestros enemigos son esencialmente seres que pueblan nuestra imaginación, basta cerrar los ojos y evocarlos para convencerse de que conviene perdonarlos, que es la mejor manera para liberarse de ellos. Es una cuestión de higiene mental y un acto imprescindible para reencontrar la paz. Yo te perdono del daño que me has hecho sin darte cuenta. Prefiero mil veces la paz de mi perdón reconfortante y pacificador al odio que ya no tengo. Si un día sin darme cuenta te hiero, perdóname pronto, que fue sin quererlo. Mañana al levantarme te habré perdonado..., y me sentiré generoso, y me dejaré invadir por una paz inmensa. Y el bienestar ocupará todo mi cuerpo.
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