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El palo sin la zanahoria

A los burros, para que sigan las normas que los humanos hemos creado especialmente para ellos, se les aplica un sutil método que consiste en un castigo si se portan mal (palos a mansalva) y la promesa de un premio si se considera que se portan bien (una zanahoria pendida de una cuerda a escasos centímetros de sus hocicos).

Bajo esta perspectiva, algunos humanos tratan como burros a otros: si no te portas como yo quiero que te portes, te castigo. Si te portas bien, te digo que te daré una zanahoria. Pero esa zanahoria nunca llega, es sólo una falsa promesa.

En la práctica, el método del palo y la zanahoria se ha perfeccionado y se ha quedado solamente con el palo; ni siquiera se promete aquello que no se está en disposición de dar. Mirándolo así, se trata a las personas con más sinceridad que a los burros.

El castigo no es más que un chantaje: o te portas bien, o te castigaré. Y una coacción, porque el sentimiento de vergüenza o de culpabilidad que deriva de un correctivo, el hecho de recibir la ejecución de una sentencia tras un juicio rápido, y la opinión que los demás puedan formarse al vernos corregidos públicamente, es algo que se tiende a evitar. Por eso, si no se quieren acumular problemas, lo más práctico es seguir los dictados del verduguillo de turno y ser sumiso como un perrito.

La conducta del individuo no nace, pues, de la libertad y la motivación, sino del miedo, la coacción, la vergüenza y la sumisión. A la larga, esta situación es destructiva tanto para quien practica esas milenarias artes como para quien es víctima de ellas.

El método del castigo y premio (palo y zanahoria) no sirve para nada, ni siquiera para educar. Tan solo consigue domesticar temporalmente, como se hace con los animales. Pero no se logra la responsabilidad personal que sería deseable.

Hablar de la personalidad de los animales puede resultar chocante. Pero podríamos decir que cada especie tiene una personalidad previsible. Así, en general, un perro no atacará a su amo aún cuando sea duramente castigado por éste. Tampoco se corre peligro con un asno al que se le suministren largas sesiones de palos cuando se niegue a caminar. Pero cada persona tiene una personalidad compleja, diferente de cualquier otra y variable en el tiempo. A veces puede actuar como un burro sumiso, pero otras, la sumisión es transitoria y aparece un león furioso cuando y donde menos se lo espera uno.

Quien pretenda conseguir algo duradero de una persona (o un grupo) mediante el sistema del palo, con o sin zanahoria, no es más que un pobre ignorante al que se le irán devolviendo tantos palos como ha ido repartiendo. Además, sin conseguir lo previsto.
 

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