Cuaderno de apuntes - Página principal Miedo a los cambios Hoy más que nunca, los cambios se suceden a una velocidad de vértigo. Las tecnologías, la globalización, y los intereses de los que dominan el mundo, cambian nuestro entorno y, con ello, nuestras vidas. Las colas de personas impacientes por comprar un nuevo piso se han disuelto y han aparecido en los edificios que gestionan el paro. Las fábricas pasan su producción a países que les ofrecen un coste menor; que sea a costa de situaciones de semiesclavitud es lo de menos. Saber adaptarse. Enfrentarse a los cambios y protestar es, hoy por hoy, un gasto de energía inútil, improductiva y que desgasta a quien se empeñe en la labor. Adaptarse de la mejor manera es la solución más eficaz. Y hacerlo de forma positiva, tanto mejor. Resistencia al cambio. El ser humano debe estar programado genéticamente para oponerse a todo cambio. Efectivamente, cuando todo funciona bien, cuando es fácil manejar cualquiera de las parcelas de la vida (las labores domésticas, ir al trabajo, los lugares de ocio...), cuando parece que todo, a pesar de los problemas cotidianos, funciona automáticamente, un cambio, sobre todo si es impuesto, fastidia. Otra situación es como encontrarse en medio de un bosque sin salida. Asusta. Incluso si está muy claro que no hay otra opción que cambiar, se persiste en la inmovilidad. Una relación de pareja que haga daño día tras día no se rompe sino cuando ya no se puede más. Unos amigos que no hacen más que abusar, no se dejan. Un trabajo humillante es preferible a la posibilidad de ampliar el horizonte. Los cambios no nos gustan. Una tortura conocida es preferible a la incertidumbre. Estrés. Además de cierto grado de ansiedad hacia lo desconocido, una reacción normal, aparece el estrés. Un cambio de domicilio significa un sinfín de tareas pendientes que tienen que llevarse a cabo en un tiempo del que no se dispone. Y cada tarea suele presentar incordios adicionales. Que si el nuevo colegio de los niños, que si dar de alta el suministro eléctrico, que me piden unos papeles que no tengo, que si los muebles, etc. Un cambio de pareja significa relacionarse con una persona que "funciona" diferente. Aquello que era costumbre, no se permite ("no fumes en la habitación"). Carga emocional. Las emociones juegan casi siempre en contra y nos sujetan para que no realicemos un cambio que, posiblemente, es conveniente. "¿Cómo voy a dejar a mi novio, pobrecico él?" Alejarse de la familia y de los amigos no resulta fácil. Y si ya se ha optado por cambiar, pueden nacer sentimientos de remordimiento, culpabilidad o incluso odio hacia quien pueda tener algo de responsabilidad sobre la situación. Uno puede sentirse como si hubiera perdido parte de su vida: su ciudad, sus amigos, sus familiares y su discreta felicidad. La depresión puede aparecer, por lo que hay que estar atentos. Si se combinan estos sentimientos con el estrés y a las dificultades de adaptarse a una nueva situación, nos encontraremos en un camino bastante tortuoso. Además, con que uno sepa adaptarse no basta: los que te acompañan en el cambio puede que se comporten como niños lloriqueando a cada momento, con lo que la tranquilidad se aleja de uno cual paloma al viento. Gestionando el cambio. A modo de apuntes, he aquí un prototipo de gestión para llevar a cabo un cambio sin dejarse la salud en el camino:
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