Meditación La mente puede convertirse en uno de nuestros más crueles e incansables enemigos. Una y otra vez nos recuerda la infinidad de problemas a los que debemos hacer frente y también se recrea en recordarnos que no tenemos ninguna solución adecuada para ninguno de ellos. La meditación se usa para dominar el pensamiento desbocado y dirigirlo hacia un sólo objeto. El pensamiento, como si de un caballo salvaje se tratara, suele hacer caso omiso a nuestro deseo de dejarnos tranquilos un sólo instante. Pero con un poco de entrenamiento, se consigue enfocar la mente en un punto lejano al que nos está dando la tabarra sin cesar. Hay muchas formas de meditar. La más sencilla es prestar atención a la respiración. Si conseguimos esto, seguir con la mente el ritmo de la respiración (sin controlarla, solo observarla), el pensamiento no dejará pasar otras cosas como, por ejemplo, la subida de la hipoteca. A cada uno le puede ir bien una forma de meditar, que, resumiendo, no es otra cosa que prestar una atención total a un objeto. Éste puede ser el sonido de la calle, las gotas que se escapan de un grifo, la imagen reciente de una playa, las olas del mar (si tenemos la suerte de estar cerca de él), etc. Pero también podemos concentrar la mente en nuestros pies, en sentirlos, en captar su temperatura y en lo que perciben. El objetivo es, como te decía al principio, alejar pensamientos tortuosos que no nos arreglarán los problemas. No debemos, por supuesto, olvidarlos, pero tampoco perder la vida entre ellos. Hay un tiempo para cada cosa y una de esas cosas es el descanso. La meditación puede ayudar a poco que la domines, cosa que se consigue con relativa facilidad y algo de tiempo. |