Planificar una jornada sin estrés Este mundo funciona a una velocidad demasiado vertiginosa para el individuo, una velocidad acompañada de una presión que a veces resulta difícil de asimilar. De vez en cuando es necesario (más que necesario: obligatorio) planificar un día entero en el que la ausencia de presión sea el plato fuerte de la jornada. Un día sin estrés debe concebirse con tiempo, no debería ser improvisado. El tiempo dedicado a planificarlo también nos alejará de la presión cotidiana. Hay que hacer las cosas que nos gusta y con quien nos gusta, incluso con la única compañía de uno mismo, es decir, disfrutando de la mayor libertad que nos proporcionan unas horas de soledad. Así, por ejemplo, empezaremos por la mañana levantándonos cuando nos lo indique el cuerpo. Nada de obedecer sumisamente al despertador. No es su día, es nuestro día, mandamos nosotros y le hemos dado vacaciones. Luego, un desayuno ligero, y agradable, algo que no tomemos normalmente, pero que tampoco resulte un problema después (un zumo de naranja o fruta fresca, porque igual unos huevos fritos nos podrían pasar factura). Podemos hacer algo de ejercicio en formato suave. Ir a un campo de golf, sin competir contra nadie ni nada, por el gusto de respirar aire fresco, o pasear a pie o en bicicleta, ir de compras sin ideas preconcebidas, fotografiar una playa, o hacer ese capricho que siempre se ha ido retrasando. Si habitualmente vas en coche y tu postura es la resignación ante los atascos, déjalo en casa y sírvete del tren, la bici, o el caballo de San Fernando, ya sabes, un ratito a pie, y otro andando. A la hora de comer puedes haber quedado con ese amigo al que siempre aplazas una cita para veros, o, si no es posible, ¿por qué no dar rienda suelta a tus caprichos? Nada de noticias, siempre hay algo malo. Mantente al margen de lo habitual. Tú eres el rey de una jornada dedicada exclusivamente a ti y autor del programa de actos. El mundo seguirá girando igual, así que no te preocupes. Las opciones serían, después de comer, meterte en el cine, leer un libro en un lugar tranquilo o dar una vuelta en barca. Algo que te resulte placentero. Es tu día, te lo mereces, no te quepa ninguna duda de ello. Más tarde, nada mejor que meterse en la bañera y dejarse seducir por la espuma, vestirse de forma elegante y salir a cenar con la pareja o con un buen amigo, sin prisas. El reloj está de vacaciones. Por supuesto, éste es un guión de ejemplo y que debe ser personalizado. Lo importante es que, de vez en cuando, es necesario darse un homenaje. Y en muchas ocasiones, como nos lo demos nosotros mismos, difícilmente lo recibamos. |