Cuaderno de apuntes Imaginación y voluntad En estos tiempos de crisis, en los que vemos como se reducen las plantillas, se cierran empresas, se paralizan las ventas y, por el lado contrario, se suben las hipotecas y los precios se disparan, no es extraño que se vivan ciertas situaciones de ansiedad. La espada tal vez apunte hacia nosotros y la incertidumbre de que se use o no, nos mantiene en vilo, nos "come el tarro", nos "raya", no nos deja, literalmente, ni dormir ni comer. El pensamiento pone su piloto automático y se pone a revisar diferentes situaciones, cada cual peor que la anterior. El inminente despido, la imposibilidad de encontrar un nuevo trabajo, el no saber cómo hacer frente a los gastos, etc, son cuestiones que se revisan incesantemente. Es obvio que esta angustia daña al organismo. El corazón se pone a cien, el sueño reparador se convierte en una sala de torturas, el apetito desaparece, y todo se convierte en una amenaza latente. El pensamiento tiene unos principios de funcionamiento. Vamos a apuntar algunos muy por encima. Si estos principios te sirven de pista para desactivar un pensamiento que te castiga sin piedad, estaremos mucho más que contentos. Ahí va un principio: Cuando una idea se ha adueñado de la mente, todos los esfuerzos por resistir a ella no hacen otra cosa que reforzarla. Puesto que esto es así, y habrás tenido seguramente más de una ocasión de comprobarlo, podemos deducir que la voluntad no puede controlar el pensamiento. La voluntad puede conseguir que tires un cigarrillo antes de empezarlo. Pero si tu pensamiento te dicta que necesitas otro, harás todo lo posible por complacerlo. Por otro lado, el deseo de dormir tranquilamente o de disfrutar de una agradable sensación de bienestar, por mucha voluntad que le pongas, no se verá complacido si tu cerebro se ha desbocado imaginando situaciones insostenibles. La imaginación tiene más poder que la voluntad. Se sigue otra regla del pensamiento: La imaginación vence siempre a la voluntad. No obstante, no todo está perdido. Hay otro principio del que podemos partir: No se puede pensar en dos cosas al mismo tiempo. Este principio es la base para defenderse de un pensamiento hostil, un pensamiento que nos castiga y nos consume implacablemente, de forma sistemática. Mientras el pensamiento se ocupe, se concentre en algo, que podemos elegir, no habrá cabida en la mente por ningún otro pensamiento. Es decir, si leemos una novela interesante, o mantenemos una divertida conversación, o vemos los detalles de un viaje, la mente aparcará cualquier otra idea, incluidas las que nos castigan sin cesar. Deducimos que cuanto más tiempo ocupemos nuestro pensamiento en algo que nos guste (un buen programa de radio, una película de intriga...), menos tiempo le dejaremos a las ideas obsesivas que nos mantienen en vilo. Pasemos a otro principio básico del pensamiento: La imaginación puede educarse. De hecho, la imaginación no ha hecho otra cosa que trasladarnos lo que hemos ido asimilando. Del ejemplo inicial, la imaginación ha deducido que, debido a que los despidos se suceden semana tras semana, podemos estar en la lista de los próximos invitados a abandonar la empresa. La imaginación se nutre de nuestras percepciones, sean éstas reales o no. El truco del almendruco consiste en elegir de antemano "el alimento" de nuestra imaginación. Este "alimento" puede estar en formato distracción (un día en la playa, una excursión, una película conmovedora, un libro que nos "enganche", la práctica de un deporte, etc.), o mediante técnicas algo más sofisticadas, como el yoga, la sugestión, la meditación, etc. Ya terminamos con otro principio: El pensamiento tiende a transformarse en acto. Si pensamos que nos vamos a caer cruzando un peligroso puente colgante, seguro que caeremos. Por eso es mejor elegir qué pensamiento es el que más nos beneficia. Es mejor convencernos de que somos capaces de mantener el equilibrio e imaginarnos al otro lado sanos y salvos. Le sugerimos al pensamiento que tenemos capacidad para afrontar el reto y el subconsciente se encargará del resto.
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