Cuaderno de apuntes
16-03-2007

El buen humor

No es habitual afrontar las adversidades con buen humor. Éstas suelen provocar miedos, ansiedades y nos ponen la cabeza como un bombo dándole, una y otra vez, vueltas a lo mismo. La sonrisa ni siquiera se concibe como posibilidad.

Sin embargo, tomarse las cosas con la adecuada dosis de humor permite afrontar las situaciones complicadas con mayores posibilidades de salir airoso.

La risa y la sonrisa, por sí solas, normalizan el nivel hormonal de la sangre (la adrenalina sobre todo), suprimen la ansiedad y mitigan los efectos malignos de la preocupación y del estrés.

Por supuesto, no nos engañemos, con sonrisas no se pagan las cuotas de una hipoteca abismal, pero sí nos coloca en una mejor disposición para afrontar la situación y actuar, sin desfallecer, hasta resolver el problema. Porque todo problema, recuérdalo, tiene solución; y si no la tuviera dejaría de ser problema.

La dificultad reside en encontrar el lado gracioso de una adversidad. No todas las situaciones ofrecen ese lado, pero sí la mayoría. Lo importante es poner una mínima voluntad en encontrarlo y usarlo.

El primer astronauta del proyecto Apolo se tomó con cierta guasa el peligroso momento de volver a entrar en la atmósfera terrestre. Recordaba que la cápsula espacial había sido fabricada por la compañía que había presentado el presupuesto más bajo. Si en lugar de reírse de la situación se hubiera concentrado en las numerosas posibilidades de explosión, de morir abrasado o con menos oxígeno del necesario, lo hubiese pasado fatal. El buen humor acudió en su ayuda.

En lo cotidiano, a menudo somos víctimas de pequeños detalles de los que nos reiremos meses después; esa es su verdadera importancia: ninguna. Pero primero nos quitan las ganas de sonreír y consiguen que pasemos (y hagamos pasar a los más cercanos) una jornada con un humor de perros. Si de todos modos vamos a reírnos de un problema, cuanto antes lo hagamos, mucho mejor.

No deberíamos prestar tanta atención a cosas sin importancia. Además, la mayoría de las cosas que nos pasan son demasiado pequeñas para que se queden con el derroche de atención que les prestamos. Si lo hacemos, al menos que sea con buen humor.

 

 

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