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Escuchar

Escuchar a alguien es hacerle un fantástico regalo. Debiera ser fácil, sencillo, natural, instintivo. Pero no lo es. Cuando hablamos con alguien, la fase de escucha es solapada por la tentación consumada de demostrar algo al que habla, de sentirnos valorados, comprendidos o, incluso, admirados. Necesitamos reafirmarnos, comunicar que nosotros también y un poco más.

No queremos escuchar, sino que nos escuchen. Queremos ver babear al interlocutor cuando le describimos la aceleración de nuestro nuevo coche. Necesitamos que nos digan que hemos hecho una elección fantástica, que nos pregunten cómo logramos burlar la multa por exceso de velocidad. El ego se alimenta cada día. Lo tenemos cebado como se ceba a un cerdo antes de San Martín.

También necesitamos canalizar a través de la conversación nuestras inquietudes, temores, dudas, proyectos. Para los temores buscamos palabras tranquilizadoras, para los objetivos, necesitamos palabras que nos animen y nos convenzan para seguir adelante. Que nos digan "puedes hacerlo".

Sin embargo, eso que tanto necesitamos, el hecho de que nos escuchen, de sentir que lo nuestro interesa a los demás, también lo necesitan las personas que nos rodean. Es tan lógico que se nos pasa por alto siempre.

En el ejemplo del coche, un ejemplo tan tonto como cualquier otro, saber escuchar significa ser consciente de que el amigo necesita extraer su satisfacción y contar con la comprensión, con tu aprobación y con tu alegría por su alegría. Lo más fácil, lo más habitual, es irle diciendo que el tuyo corre más, que tiene el maletero más grande, que supiste aprovechar una oportunidad de Internet, y que un amigo tuyo se lo compró por 3.000 euros menos. Y, aún más, la envidia puede hacer que se le insinúe que este modelo ha salido fatal o que basta un abrelatas para robarlo.

Escuchar es comprender, es compartir el momento, la emoción del otro, ponerse en su pellejo, incitarle a descubrir lo que él mismo no ha descubierto aún de lo que intenta comunicar, profundizar. Sin interrupciones, sin ese desagradable "pues yo....". Disfrutar y dejar disfrutar del momento. Regalar unos instantes de felicidad; eso debería hacernos sentir bien, muy bien.

También es habitual dejar al otro que hable mientras estamos ojeando el periódico o pensando en las costumbres de los esquimales. Escuchar sinceramente es aumentar la calidad de vida de los tuyos. ¡Mira si es fácil!

Muy pocas personas saben escuchar. ¿Y tú?

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