Cuaderno de apuntes

Emoción e intelectualidad

Las emociones no son lógicas o ilógicas, simplemente son. Abordar las emociones desde un punto de vista intelectual es un error que cometemos todos con gran facilidad, yo mismo escribiendo esto cometo ese error.

La lógica emocional no obedece a la lógica científica ni matemática.

La primera razón es que las emociones pueden ser diferentes para cada persona, lo que a mi me da asco puede producir placer a otro y viceversa. Lo que a unos produce horror, puede parecer divertido a otros. Las emociones pueden parecer un sin sentido que escapa a toda lógica. Otra razón es que las emociones se adquieren y en su adquisición entran en juego una cantidad muy importante de parámetros. Al final, cada persona tiene su propio plano emocional, algunos dirían su carácter. Yo prefiero decir su catálogo de reacciones adquiridas. En conserva. Pero siempre listas para funcionar de forma automática.

Podemos intentar explicar las emociones desde nuestra intelectualidad, emitir juicios sobre ellas, decir o decidir si son buenas o malas, intentar explicarlas, pretender controlarlas, pero las emociones escapan a todos estas tentativas, tienen su vida propia, fuera del intelecto y la racionalidad. El motivo es que preceden nuestro intelecto, son desde el punto de vista evolutivo, anteriores; ya estaban ahí antes de que el hombre pudiese reflexionar sobre ellas y existían por sí mismas sin intelectualidad.

Nuestra capacidad para razonar añade complejidad a las emociones: éstas pueden dejar de ser lo que son para convertirse en otras más tolerables, más lógicas, más razonables, y, sobretodo, más socialmente aceptables. Pero esto complica las cosas, ya no es: esto no me gusta y lo cambio o abandono. Ahora puede ser: qué pensaran de mí, tal vez exagero, debería hacer un esfuerzo, etc., evidentemente en vez de resolver la emoción la prolongamos, la negamos, la enmascaramos, buscamos soluciones de recambio.

No obstante la toma de conciencia de nuestras manifestaciones emotivas nos da acceso a su “comprensión”, saber que éstas son ilógicas, que pueden revelar un deseo insatisfecho o una necesidad vital, nos abre una puerta sobre nosotros mismos, y puede servirnos de guía. Si cuando voy a mi trabajo me siento mal (asqueado, malhumorado, inquieto, etc.) desde mi intelectualidad puedo comprender que tengo un problema con ese trabajo, y acceder a una búsqueda de soluciones.

 

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