Cuaderno de apuntes

El "Efecto Popeye"

Quienes tenemos cierta veteranía en este mundo, recordamos esos dibujos animados en los que un marinero no hubiera sido nada si no hubiera contado con sus espinacas. Para resolver los problemas que se le presentaban en cada uno de los capítulos en los que salía, necesitaba imperiosamente recurrir a las latitas del vitamínico alimento.

Al Increíble Hulk, ese hombre que multiplicaba su masa muscular por 10, su fuerza por 1000, y se ponía verde, no le hacían falta ni siquiera espinacas. Le bastaba con que le cabrearan más de la cuenta para resolver, a base de repartir guantazos sobre todo lo que se moviera, las situaciones más comprometidas que se le iban presentando.

Pero estos personajes son sólo eso, personajes que nunca han sido realidad. Y la realidad es que hay muchas personas que, para poder manejar lo cotidiano, para que nada de lo que ocurra les desborde, y para que la presión del día a día apenas les afecte, necesitan, como necesitaba Popeye, una sustancia igualmente mágica que les imprima las suficientes fuerzas como para seguir adelante. Sólo que, en lugar de espinacas, es preferible el alcohol, la cocaína, el porrete, o atiborrarse hasta las cejas de cafés o dulces.

La realidad se distorsiona: sin "las espinacas" se es incapaz del menor desafío: "no podré, fracasaré, eso es más de lo que puedo aguantar". Con ellas, también, pero por el otro extremo: "soy el rey del mambo, soy mi propio dios al que adoran todos, arraso con mi personalidad irresistible, soy indestructible, el límite del universo lo marco yo, me admiro tanto que excedo todos los límites de lo supremo".

Pero ocurre que todas tienen su correspondiente lista de desventajas. El abuso del café, por tomar el ejemplo más suave, hace que la mente se vuelva más despierta. Pero de noche, también. Y, claro, como no se ha dormido de una forma relajada, por el día no hay más opción que seguir tomando café para funcionar. Es el pez que se muerde la cola.

Las otras sustancias, tanto las drogas ilegales como las legales (el alcohol) pueden proporcionar cierto efecto relajante antes o después de una situación tensa. Pero la misma sustancia hace que cualquier situación anodina pueda resultar insoportable si no se calma la adicción que esa misma sustancia provoca en el organismo. Y resulta que, tan sólo para soportar una jornada de lo más bucólica y agradable se precisará el uso y abuso de esa "latita" repleta de alcohol, cocaína, marihuana, éxtasis o incluso medicamentos.

Y, cada vez, la dosis tendrá que ser mayor, necesitando un consumo mínimo para estar "normal", un consumo mínimo que suele superar al consumo máximo de algunos meses atrás. El organismo se destruye, las facultades disminuyen y llega el día en que la máxima aspiración consiste en terminarlo lo antes posible.

El cuerpo humano es más sabio incluso que la mente humana. Hay que hacerle caso. Si necesitamos continuamente sustancias para funcionar, algo falla. Es mejor parar, analizar qué es lo que está ocurriendo y modificar los hábitos. Porque si no lo hacemos, ya sabemos como acaba todo lo que se hace mal: peor.

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