Cuaderno de apuntes

Dueto de monólogos

Una conversación sirve para comunicar. Es algo tan evidente que la misma evidencia suele engullirse al objetivo.

Es demasiado frecuente practicar monólogos a dos: uno se pone frente al otro y cada uno empieza a largar por esa boquita todo cuanto su lengua sea capaz de pronunciar, sin importar en absoluto lo que el otro está diciendo, esperando la pausa del contrario para pronunciar el discurso del siglo.

Cuando el otro ha tomado el uso de la palabra, se está pensando más en lo que se va a decir que en lo que se nos está diciendo. La intención de escuchar no ha estado presente en ningún momento.

Pasa mucho que, cuando uno de los dos interlocutores está hablando, el otro lo corta con un "calla, que a mi me pasó algo peor..." y empieza a disertar generosamente. El otro tiene dos opciones: o seguir hablando, con lo que ya tenemos dos monólogos simultáneos, o callar y esperar a que su interlocutor cometa el error de ponerse el vaso en la boca y ¡zas! ahí ya suelto todo cuanto pueda soltarte y más, amiguete.

Comunicarse consiste en el intercambio de pensamientos, deseos, frustraciones, alegrías, tristezas, y algunas cosas más. En una verdadera conversación hay un momento en el que una persona cuenta lo que quiere que el otro sepa y este otro escucha atentamente, poniéndose en su lugar, intentando comprender su pensamiento, situación o sentimiento, alegrándose con sus alegrías, entristeciéndose con sus tristezas, compartiendo sus ilusiones, y colaborando en el diseño de una salida a un problema.

Sentirse escuchado, de una forma sincera y natural, proporciona no sólo una agradable sensación sino una atmósfera de confianza en la que el que el que habla se siente acogido, valorado, comprendido, aceptado e incluso toma por cómplice de sus errores al que lo escucha sin pestañear.

DISFRUTAR Y HACER DISFRUTAR CON LA CONVERSACIÓN

Escuchar. Como te decía, si tienes la suerte de contar con alguien que se interese por lo tuyo y que te escuche con interés, no abuses de su bondad y escúchale también a él. Seguro que tiene cosas interesantes que contarte. Y a ti aún te quedan cosas por aprender.

Incítale a continuar. Si te quedas en silencio, o miras el reloj, o te pones a manosear el teléfono móvil, tu amigo puede deducir que lo que te está contando no te interesa en absoluto, y se sentirá mal. Anímale a profundizar en los aspectos que más curiosidad te merezcan con preguntas, con signos de afirmación, y mirándole a la cara. El lenguaje no verbal, es decir, los gestos, deben ser coherentes con tus palabras. Bostezar, mostrando la campanilla, no es lo más apropiado.

No rompas el hilo. Si te está contando una relación sentimental en la que surge el tema de Internet, no rompas la conversación diciéndole que te has bajado una nueva versión del emule o preguntándole cuánto le cuesta la conexión adsl. Esto echa por tierra la comunicación y es como hablar de la hipoteca mientras se está haciendo el amor. No procede.

Ponte en su lugar. Lo más habitual es ir comparando lo suyo con lo tuyo. Si te dice que no sabe qué hacer con su coche porque sólo le da problemas, lo último que espera escuchar es que el tuyo es fantástico y además lo compraste barato. Espera palabras de apoyo y comprensión y el diseño de una posible solución. Para él, su problema es muy importante ahora y si le explicas los caballos que tiene tu motor, se lo estarás pisando. El ego déjalo aparcado en el portal.

Opinar sin obligar. También es importante que expongas tu opinión respecto a lo que se habla, para eso es una conversación. Pero el error suele venir cuando quieras imponer tu punto de vista e intentar por todos los medios que adopte tus indicaciones a rajatabla. Tú eres tú y tus circunstancias. Y él, algo parecido, pero no igual. Así que, una vez expuestos tus argumentos, deja que el diálogo fluya con soltura y sin condiciones.

No te anticipes. Deja hablar y escucha todo lo que quiere exponer tu interlocutor. A menudo nos anticipamos y juzgamos situaciones sin tener todos los datos necesarios, datos que suelen venir en la frase que no se ha dejado pronunciar. Ya habrá tiempo.

Toda conversación es una gran oportunidad para pasar un momento agradable. Puedes conducirla aún cuando el otro empiece con un monólogo, llevándola al diálogo con solo mostrar un sincero interés y saber escuchar. En el caso de que este interés no sea mutuo, prueba a solicitarlo. Como opción adicional, plantéate dar oportunidad a otros conversadores con más afinidad. Ni tienes por qué gustar a todos ni todos tienen algo interesante que ofrecerte.

 

 

 

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