Cuaderno de apuntes - Página principal Discutir La discusión es una degeneración de la conversación que genera, paradójicamente, incomunicación. Y en su transcurso va cerrando todos los canales posibles para el intercambio de ideas y los beneficio que se pretendían al principio. Una fea colección de desventajas. La discusión no puede siquiera considerarse un derivado de la conversación, de la comunicación. No se piensa con claridad, causa resentimiento, se remplazan argumentos por exhibiciones ególatras, se hiere el orgullo propio y ajeno, las posiciones se endurecen con el paso de los minutos, no se llega a ninguna parte y, por si fuera poco, se puede destruir todo lo conseguido con anterioridad. Aunque lo más grave es que una discusión, surgida de la forma más tonta imaginable, puede deteriorar las relaciones afectivas. Evitar la tentación. Provocar una discusión es tan fácil como caer en ella. La razón es anulada de inmediato por el ministerio de defensa del orgullo propio y a ese no me le toquen. Sin embargo, entrar en una discusión es meterse en el barro; siempre se sale mal. Deberíamos recordar este concepto antes de poner en funcionamiento esa lengua con estatuto de autonomía incorporado. Dejar hablar. Para ello, ante la invitación a discutir ("esto que me has vendido es una mierda") lo más fructífero es usar un poco la imaginación, colocándose en la piel del otro un instante, y el sentido común: todos nos hemos enfadado alguna vez y nos hemos puesto como basiliscos. Tal vez la otra persona está iracunda por un malentendido y, por tanto, lo mas sensato es dejarle hablar. En el transcurso del relato y de su nefasta opinión sobre el mundo mundial, se irá calmando, se irá relajando y aparecerá un clima favorable, y con él, la solución al conflicto. Por supuesto, hay que reprimir cualquier tentación de interrumpir la exposición. El que gana, pierde. Hay muchos motivos para evitar las discusiones. Si tus argumentos machacan a tu interlocutor, lo dejarás resentido y la relación con esta persona puede verse deteriorada definitivamente. Los ataques generan ataques, la transitoria enajenación mental que produce el acaloramiento hace decir barbaridades que pueden dejar cicatrices, los posibles acuerdos suscritos antes de la discusión pueden irse al garete, las posibilidades de ganar algo se desvanecen por completo, se genera rechazo y el camino para llegar a los objetivos pretendidos se hace intransitable. El único modo de ganar una discusión es evitándola.
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