Cultura y emociones Los asiáticos ríen nerviosamente cuando se sienten molestos. En los EE.UU., por la misma razón, las caras se crispan. En los países árabes, las personas de cultura musulmana aceptan la fatalidad mejor que los europeos. Es la voluntad de Alá. Nuestra cultura modifica la percepción de nuestras emociones, las inhibe, valora, acepta o rechaza. La cólera, la rabia, la tristeza y el miedo están mal vistos. La religión, que forma parte de la cultura, hace lo mismo. El resultado es un sentimiento de culpabilidad, de vergüenza o de rechazo frente a esas emociones. Sólo la alegría sale bien parada. Y no siempre. Convendría tomar conciencia de que las emociones, más allá de lo que piensen las diferentes culturas o religiones, son un hecho natural que forma parte del ser humano. Y que no hay emociones negativas o positivas, sino apropiadas o inapropiadas. Es apropiado sentir tristeza por la perdida de un ser querido, sentir rabia si alguien nos hiere, sentir temor o miedo frente al peligro, etc. Las emociones son útiles cuando son apropiadas. Sentir tristeza puede ser útil y apropiado cuando esa tristeza corresponde a un acontecimiento de pérdida o desvalorización personal. Su manifestación induce a los demás a consolarnos, a levantarnos el ánimo, a compartir el duelo, a valorizarnos. Sentir cólera o rabia es apropiado y útil cuando hay que vencer un obstáculo o una dificultad. Un cabreo es útil cuando resuelve el problema. Y se convierte en inútil cuando no resuelve nada o persiste más allá del problema que intenta resolver. Como vemos, la cultura moldea la percepción misma de las emociones. Esto añade una dificultad suplementaria: ya no se tratará de manifestar nuestras emociones naturalmente, sino que, además, tendremos que hacerlo conforme a nuestra cultura. Por supuesto, la sociedad tiene un interés particular en moldear la expresión de nuestras emociones; se trata de la protección de sus valores. Pero esto repercute en nuestro funcionamiento, en las relaciones de pareja, en la amistad, la familia y en nuestra percepción de los demás.
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