No controles la ayuda Hay una pequeña historia que seguramente ya conoces. Pero por si acaso, ahí va:
Partiendo del hecho de que si necesitamos ayuda es porque no sabemos o no podemos resolver un problema (puede ser una relación sentimental, la salud, o cualquier otro conflicto), lo mínimo que deberíamos hacer es calmar ese ego que quiere controlarlo todo y estar abierto ante las posibles soluciones que aparezcan. No procede dirigir a quienes saben ayudarnos, a quienes tienen más experiencia en tratar asuntos que no podemos digerir. Un control férreo sobre la ayuda inhibe aspectos imprescindibles para salir de atolladero, como la confianza, la mente abierta, la disponibilidad, la colaboración, la relajación y la capacidad de ver la solución cuando ésta se posa sobre nuestras narices. El exceso de control suele estar motivado por el miedo, y éste se antepone a la aceptación y a la disponibilidad. Cuando necesitamos ayuda debemos aceptarla sin condiciones, de lo contrario es probable que estas condiciones sean, precisamente, la causa del problema. Descartar soluciones que han aplicado otros en situaciones similares suele ser una orden dictada por un ego saltado de revoluciones; si fuéramos tan sabios, deberíamos haber evitado toda situación engorrosa. Pero como no lo somos, aceptemos, como mínimo, la posibilidad de que otros sepan manejar la situación. De todos modos, siempre sabremos algo que no sabíamos: que funciona o que no funciona. Otro punto importante es el hecho de contemplar la posibilidad de dejarnos ayudar. Muchas veces el orgullo, los prejuicios, los complejos, el miedo, la soberbia, o todo junto, imponen sus criterios a la inteligencia y nos lleva a que no pidamos ayuda hasta que la mierda (con perdón) nos llega al cuello. Todo el mundo, sin excepción, pasa por momentos en los que no se puede salir sin la colaboración de los demás. |