Cuaderno de apuntes
29-06-2008

El complejo de Casandra

En la mitología griega, Casandra fue sacerdotisa de Apolo, quien la amaba. Resultó, no obstante, que Casandra no hizo ni puñetero caso a los sentimientos del tal Apolo. Éste, pelín cabreado, la maldijo de una forma muy sutil: Casandra sería capaz de profetizar todas las desgracias sin que pudiera hacer nada para evitarlas. Además, la tomaron por loca. Como se ve, en aquellos tiempos ya se había puesto de moda tener mala leche.

Hoy en día hay muchos Casandros y Casandras. Si tienes la mala suerte de convivir con uno de ellos, procura poner tierra de por medio el mayor periodo de tiempo posible. Porque si no, te va a amargar la existencia.

Contrariamente a la sacerdotisa de Apolo, que las acertaba todas, la persona con complejo de Casandra suele profetizar sin fundamento alguno. Pero resulta que, de tantas desgracias que llega a predecir, es posible que acierte alguna. Ésta será usada como prueba irrefutable de su eficacia predictiva.

Si te quedas embarazada, te dirá que, a tu edad, las posibilidades de tener un hijo deficiente son prácticamente absolutas. Si estas pagando una hipoteca, te relatará numerosos casos de personas que han sido embargadas y que el banco los ha puesto de patitas en la calle. Si quieres emprender un nuevo negocio, te comentará que en el metro hay gente tocando la pandereta por una limosna y que acabaron así por emprender un negocio como el que tienes en proyecto.

Si algo sale mal, te dirá que ya te había dicho que no podría salir bien, que otra vez aprenderás a hacerle caso.

Ni se te ocurra comentar a un Casandro que te duele la cabeza porque te dirá que, con toda probabilidad, es un tumor sin cura y que te irá consumiendo lentamente.

Es muy difícil mantener el ánimo en lo más alto si sólo tienes a un afectado por el complejo de Casandra por amigo. No necesitarás enemigos.

Las razones de un comportamiento que no llega ni a daltónico (no es que vea la vida en blanco y negro, sino que sólo la ve en negro) pueden ser varias y combinadas entre sí. Puede haber resentimiento contra la felicidad ajena, angustias, miedos, sentimientos de culpabilidad (no merezco ser feliz) y frustraciones. Si esta persona no puede ser feliz, tampoco tienen que poder serlo los demás. La angustia compartida, lo es menos. La infelicidad compartida, también.

El consejo es que, si por lotería te ha tocado convivir con un Casandro, pases el mayor tiempo posible lejos de él y dificultes la comunicación de la forma más cómoda para ti: ponte el MP3 o mira cien veces el partido de España contra Malta cada vez que quiera contarte sus películas de terror.

 

 

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