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El poder de la conducta

En la antigua China, cuando una chica se casaba, servía a su marido y a su suegra. Cuando Yim se casó con su marido, se encontró que no podía aguantar las críticas de su suegra y decidió hacer algo al respecto. Se dirigió a una tienda de hierbas y le dijo al dueño, que era amigo de su padre:

- Sr. Liang, no puedo soportar más a mi suegra. Me trata ofensivamente y me va a volver loca. Me pregunto si me podría ayudar como buen amigo de mi padre que es. Le pagaré bien.

- Qué quieres que haga - Le dijo el Sr. Liang.

- Me pregunto si me podría dar algún veneno con el cual pueda envenenar a mi suegra y así resolver el problema.

Después de pensarlo durante bastante rato, el Sr. Liang le dijo:

- De acuerdo, te ayudaré. Pero deberás tener en cuenta un par de cosas. En primer lugar, no puedes envenenar a tu suegra de golpe. La gente se daría cuenta de lo que has hecho. Te daré unas hierbas que la matarán poco a poco. Segundo, para que nadie sospeche, de ahora en adelante debes controlar tu temperamento, aprender a respetarla, a obedecerla, y a servirla pacientemente. Haz todo esto y nadie sospechará de ti cuando muera.

Yim mostró su acuerdo y se llevó las hierbas. Cada día las mezclaba con la comida de la suegra. Durante este tiempo aprendió a controlar su temperamento, a mostrarle respeto y a tratarla bien. Cuando la suegra se dio cuenta de la transformación de su nuera, su actitud cambió y empezó a quererla. Constantemente decía a sus amistades que Yim era la mejor hija que podía desear.

Tras seis meses la relación entre ellas había mejorado hasta tal punto que ya eran como madre e hija. Un día, Yim se fue a ver al vendedor de hierbas y le dijo:

- ¡Por favor! Por el cielo le ruego que salve a mi suegra del veneno que le he estado dando durante estos meses. No quiero que se muera. Se ha convertido en la mejor suegra que pudiera desear.

El vendedor le contestó:

- No te preocupes. No te di ningún veneno. Lo que te vendí era tan sólo unas hierbas inofensivas. El único veneno estaba en tu mente y lo has eliminado por ti misma.

Del libro "Sin ánimo de ofender" de Jaume Soler y Maria Mercè Conangla

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