Acumulación emocional Hay días que comienzan mal: me voy a trabajar y no encuentro las llaves, me aguanto. Bajo a la calle y me han puesto una multa, me aguanto. Hay una circulación horrible y llego tarde al trabajo, me aguanto. Mi jefe me recuerda que tengo retraso en mi trabajo, y me aguanto. De vuelta a casa el portero del edificio me dice que tengo una corbata muy divertida, y no me aguanto más, lo pongo tibio y me quedo divino. Las emociones se acumulan como los cupones de ciertos supermercados, cuando tenemos bastantes tenemos derecho a un regalo, cuantos más hay, más importantes son los regalos. Cuanto más me aguanto más fuerte será mi respuesta. Lo malo es que acaban por pagar los que menos culpa tienen. Lo propio de una emoción es su liberación, una emoción sirve para algo, si la reprimimos la acumulamos hasta que la gota hace desbordar el vaso. Esto supone que mientras acumulamos guardamos una emoción inapropiada, estamos crispados, tristes o angustiados fuera de la circunstancia que puso en marcha esa emoción, fuera de contexto, y eso nos vuelve esclavos de esa emoción. Lo ideal es no acumular; utilizar esa emoción en su contexto e intensidad apropiada, pero no guardar. De otro modo, porque todos tenemos límites, acabaremos por desbordar. Se dirá de nosotros que somos unos lunáticos. Nuestra sociedad no facilita mucho la liberación de nuestras emociones, un pequeño enfado suscita fácilmente el comentario: no aguanta nada. De alguien que no se controla, se dirá que tiene un carácter débil o infantil. Pero la acumulación de emociones es malsana, la prueba es el hecho de que éstas acaban por afectar nuestro organismo. No es raro encontrar personas que acaban por tener problemas de piel, dolores de espalda, de estómago o problemas cardiacos por un exceso de emociones no expresadas. Es preferible no tomarse demasiado en serio a las personas que manifiestan desbordamientos emocionales. Deberíamos ser conscientes de este fenómeno de acumulación. Si alguien manifiesta una emoción de manera excesiva o inapropiada, es ante todo porque las acumula, y no tenemos porque sentirnos culpables de su manera de actuar ni de sus desbordamientos. A cada caso, la justa emoción.
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